09 octubre, 2015

EL SABIO CALLA

EL IGNORANTE GRITA, EL INTELIGENTE OPINA; EL SABIO, CALLA

Estábamos yo, Domingo y Juan –mis hermanos- celebrando el onomástico del último. Pasadas las horas en las que copas van y copas vienen y ya en el grado de la euforia, no sé cómo ni por qué razones nos hallamos discutiendo acerca de asuntos de Vito, pueblo donde nacimos. La cuestión era que viendo que mis hermanos no estaban en buenas condiciones económicas traté de persuadirles –en realidad imponerle la idea- de que debían regresar a Vito para vivir hasta sus muertes. Recuerdo que yo estaba profiriendo de manera altisonante conjeturas como ésta: ¡No es posible que ninguno de ustedes no quieran volver a radicarse en Vito para trabajar los terrenos y vivir casa de nuestros fenecidos padres que están abandonados y prefieran estar aquí en Lima sin oficio ni beneficio!!! Mirando con gestos autoritarios, parado y blandiendo mi dedo índice, con vaso lleno en la otra mano, seguía yo diciendo en voz alta: ¡Por qué tú, Juan; tú, Domingo, se rehúsan irse a Vito y prefieren estar mal en Lima!!!. ¡¡Ahhh!! ¡¡Por qué!!
Cuando estuve en ese trance, Domingo -quien sólo tiene estudios de secundaria-, alzó la mano como quien pide la palabra en una asamblea y dirigiéndome la vista, pausada y solemnemente dijo: -Yo opino que el pedido que haces es errado sencillamente porque estamos arraigados con nuestra familia en Lima, difícilmente podemos hallarnos en Vito teniendo en cuenta nuestras edades y estaríamos peor que acá. Interrumpí y vociferé: -¡Qué edad ni ocho cuartos!, ¡¡eso es una burda justificación!!,¡lo que pasa es que no te gusta el trabajo arduo del campo!! ¡¡Ahhh!! ¡¡Por qué!!
Y así, dando mis altivas (sin)razones y Domingo opinando, estuvimos un largo rato entre salud y salud hasta que vine a darme cuenta que Juan, quien tiene estudios sólo de primaria, yacía sentado en absoluto silencio, pero tomando. Inmediatamente me dirigí casi compulsivamente diciéndole: ¡Y tú disimulas tu ineptitud, te cobijas en el silencio porque tampoco quieres ir a Vito a radicarte!! Ahhh!! ¡¡Por qué!!. En eso, Juan se levantó muy calmosamente, se acomodó y con aplomo de orador se dirigió solemnemente a nosotros diciendo: miren, hay un antiguo refrán que dice El ignorante grita –me miró fijamente, el inteligente opina –miró a Domingo-; el sabio calla –señalándose a sí mismo. ¡Auch! Reinó el silencio, quise responder algo, pero quedé despalabrado y sentí evaporase mi ebriedad. Habiendo sido calificado de ignorante por Juan, y en mi presencia, no había razón alguna para seguir celebrando, nos despedimos y nos retiramos. 

De aquella grata vez siempre tengo muy en cuenta el célebre dicho: El ignorante grita, el inteligente opina; el sabio, calla. Corolario: estar en silencio significa: a) Ser sabio de verdad o b) No saber nada, por lo tanto, no tiene nada que decir.
En realidad era una reunión de los 4 hermanos (foto anterior). Pero, como el relato es para tres, obvié al último (Justo). Enterado de que la anécdota había sido contada al público y que él había participado de tal reunión pero que no era protagonista en el relato, Justo con justa razón protestó. -Entonces yo pude haber sido el sabio más sabio que Juan porque mientras ustedes discutían yo estaba en el más absoluto silencio.