Homenaje a las mujeres
LAS MUJERES: ¡Oh diosas!
Los enigmas de las féminas, ¡benditas sean!
Los enigmas de las féminas, ¡benditas sean!
Edición 2013
Sobre las mujeres se ha dicho y escrito mucho. Aun así, los hombres todavía
no logramos comprenderlas (ni ellas tampoco a nosotros). Por tal razón, el
psicólogo norteamericano John Gray dice, con acierto, que “los hombres son de
Marte y las mujeres de Venus” (y yo agrego: y para desventura y desdicha de
ambos, no viven ni en Marte ni en Venus, sino ¡conviven en la Tierra! ¡Dios
Santo! He ahí la explicación de las venturas y desventuras del binomio o de la
díada Mujer-Hombre. Empero, la mujer no puede vivir en la Tierra sin el hombre
y ¡viceversa! El hombre no puede vivir en la Tierra sin la mujer.
En el contexto de sus incomprendidas pero necesarias relaciones, ambos -la
mujer y el hombre- se recitan mutuamente diciendo: Ni contigo ni sin ti mis
penas tienen remedio; contigo porque me matas; sin ti, porque me muero. (Dicho
por Antonio Machado, referido por Pablo Neruda).
Que levanten la mano quienes creen que los hombres entienden real y
cabalmente a las enigmáticas mujeres; o ellas a nosotros. ¡Ninguno! Empero, en medio
de tales incomprensiones, ambos se reprenden suplicantes así: No sé qué
diablos tenemos entre tú y yo, pues, mientras más nos odiamos, más nos queremos.
(Con las disculpas del caso, me parece que fue don Ricardo Palma quien así lo
dijo).
Aun así, gracias Dios por darnos a la mujer. Ella, a nosotros los hombres, nos
hacen sufrir, llorar, amargar, odiar;
pero –no importa-, lo más importante es que ellas nos dan vida, alegría, amor,
felicidad, sentido a nuestras vidas. ¡Bendita sea la mujer! ¡Gran regalo de
Dios!
¿Sexo débil las mujeres? ¡Já! Si hablar de sexo se trata, la mujer es el
símbolo del sexo más fuerte que pueda haber. Por él -por el bello sexo de la
mujer que ornamenta su divina desnudez- los hombres no podemos vivir en paz, sin
pensar en él un segundo, andamos avasallados, encantados, maravillados,
“muertos”, babeantes, perdidos de razón; locos, dispuestos a perdernos en el
laberinto maravilloso del sexo femenino. Véase arriba la famosa pintura Las Tres Gracias de Rubens, un homenaje a la belleza de la mujer.
¿Sexo débil las mujeres? ¡Já! Si de osadías se trata, la mujer es el sexo
más fuerte que pueda haber. Ellas son fuertes, valientes, guerreras,
luchadoras, temidas, inteligentes. Ahí están ejemplos extraordinarios: la Helena
de la antigua Grecia, las hijas del gran dios Zeus, las Amazonas (guerreras
extraordinarias, como Hipólita, que montadas a caballos eran el terror de lo
enemigos integrados por “valientes” hombres), las pasionarias, las heroínas como Micaela Bastidas, la Virgen
María ante la crucifixión de su hijo, Las
Tres Marías, Teresa se Calcuta, etcétera.
Y qué decir de otra mujer universal, de belleza perfecta, inteligente,
astuta, guerrera y típica “tumbahombres”: Cleopatra (Reina de Egipto). El gran Julio César nunca perdió guerra alguna hasta que se topó con
Cleopatra y perdió no sólo la guerra sino la cabeza (y la vida); mientras sus
enemigos guerreaban para aniquilarle, el pobre Julio César se mantuvo
completamente ebrio, loco y “muerto” de amor por ella.
Rindo merecido homenaje a mi abuela, a mis tías, a mi madre, a mi esposa, a mis hijas,
a mi hermana, a mis cuñadas, a mis sobrinas, a mi suegra (aunque no lo crean), a mis comadres, a mi ahijada, a
mis amigas, a mis maestras, a mis alumnas; a todas las mujeres del Perú y del mundo.
Dr. Nemesio Espinoza Herrera
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