TIRARSE A LA
SIRVIENTA PARA DESVIRGASE
Una relación de los de arriba con
las de abajo
A CONTINUACIÓN el suculento artículo Derecho de pernada de Mario Vargas Llosa (Diario La República,
17/07/11)
“De muchacho, en los años cincuenta, muchas veces oí en Piura y en Lima a
mis compañeros de barrio y de colegio jactarse de haberse desvirgado con las
sirvientas de su casa. No lo decían de manera tan científica, sino utilizando
una expresión que sintetizaba todo el racismo, el machismo y la brutalidad de
una clase social que en aquella época se exhibían todavía sin el menor embarazo
en el Perú: “Tirarse a la chola”. Entonces, los niños bien no hacían el amor
con sus enamoradas, que debían llegar vírgenes al matrimonio, y para sus
ardores sexuales solían elegir entre la prostituta y la criada. Ni qué decir
que muchos padres alentaban sobre todo la última opción, temerosos de que la
primera acarreara a sus vástagos una purgación.
El derecho de pernada es antiquísimo y los señores feudales de la Edad
Media europea lo legaron a los gamonales y patronos sudamericanos, cuyos
estupros y violaciones a las campesinas han sido documentados hasta la saciedad
por la novela indigenista. Pero se equivocan quienes piensan que estos
atropellos sexuales de los fuertes y poderosos caballeros contra las mujeres
pobres y desvalidas han quedado confinados en el mundo del subdesarrollo. La
truculenta odisea que vive Dominique Strauss-Khan parecería demostrar que
incluso en la civilizada Francia hay señores que, desafiando los tiempos que
vivimos, se empeñan en perpetuar aquella siniestra tradición.
Tradición que, dicho sea de paso, nunca se perdió del todo en el país de
Proust y Molière. El gran Victor Hugo la practicó asiduamente en sus años
otoñales, por ejemplo, y dejó testimonio de ello en un delicioso diario secreto
que el erudito Henri Guillemin consiguió descifrar. ¿Es un atenuante, en su
caso, que el autor de Los Miserables no violentaba a las sirvientas, sino
estableciera con ellas un pacto contractual y mercantil? Si aquella se dejaba
ver sólo los pechos recibía un puñado de centavos. Si se desnudaba por completo
y el poeta no podía tocarla, medio franco. Si estaba autorizado a acariciarla,
un franco. Si el servicio era completo, franco y medio y a veces ¡hasta dos
francos! El ilustre vate era muy cuidadoso con los gastos y llevaba una
contabilidad maniática, gracias a lo cual hemos podido conocer esas debilidades
de su vejez. Para disimularlas, las anotó en su diario en un español
desfigurado (Verbigracia: “Visto mucho, cogido todo. Osculum”).
Si la acusación a la que debe hacer frente ante el Tribunal Supremo del
Estado de Nueva York la confirman los jueces, Dominique Strauss-Khan –ex
ministro de Economía de Francia, ex Director-Gerente del Fondo Monetario
Internacional y, hasta el episodio del Hotel Sofitel, candidato favorito del
Partido Socialista para representar a éste en la próxima elección presidencial–
practicaba aquel derecho de pernada a la vieja usanza: añadido de golpes y
maltratos a su víctima. Los médicos que examinaron a la camarera guineana que
denunció al político francés de haberla obligado a practicar sexo oral con él
detectaron que tenía desgarrado un ligamento del hombro, hematomas en la vagina
y las medias rotas. La Policía, por su parte, ha comprobado la existencia,
tanto en la pared como en la alfombra de la habitación, del semen que la
camarera dice haber escupido, asqueada, luego de que el presunto victimario
eyaculó. Estos son los hechos objetivos y la justicia deberá determinar si
aquel sexo oral fue forzado, como dice la camarera, o consensuado, según
asegura Strauss-Khan.
Como se ha comprobado que la camarera mintió a la Policía sobre su ingreso a los Estados Unidos –es una inmigrante ilegal– y que tuvo una conversación, en un dialecto guineano, con un hombre detenido por tráfico de drogas, ante el que se habría jactado de querer sacar dinero a su presunto violador aprovechando lo ocurrido, se dice que la acusación se tambalea y que el propio fiscal de Nueva York estaría pensando en encarpetar todo el asunto. Esto ha hecho que, en Francia, donde me encuentro ahora y donde, según una encuesta, un 50% de la opinión pública socialista todavía quisiera que Strauss-Khan sea su candidato presidencial, aparezcan muchos artículos y declaraciones de amigos y camaradas del ex ministro, quienes, encabezados por Bernard-Henri Lévy, atacan con ferocidad a la justicia estadounidense por haber mostrado a la prensa a un Strauss-Khan esposado y humillado, en vez de respetar su privacidad y su condición de mero acusado, no de culpable. Leyendo lo que escriben, parecería que el ex ministro es una especie de mártir y mereciera ser desagraviado.
Como se ha comprobado que la camarera mintió a la Policía sobre su ingreso a los Estados Unidos –es una inmigrante ilegal– y que tuvo una conversación, en un dialecto guineano, con un hombre detenido por tráfico de drogas, ante el que se habría jactado de querer sacar dinero a su presunto violador aprovechando lo ocurrido, se dice que la acusación se tambalea y que el propio fiscal de Nueva York estaría pensando en encarpetar todo el asunto. Esto ha hecho que, en Francia, donde me encuentro ahora y donde, según una encuesta, un 50% de la opinión pública socialista todavía quisiera que Strauss-Khan sea su candidato presidencial, aparezcan muchos artículos y declaraciones de amigos y camaradas del ex ministro, quienes, encabezados por Bernard-Henri Lévy, atacan con ferocidad a la justicia estadounidense por haber mostrado a la prensa a un Strauss-Khan esposado y humillado, en vez de respetar su privacidad y su condición de mero acusado, no de culpable. Leyendo lo que escriben, parecería que el ex ministro es una especie de mártir y mereciera ser desagraviado.
A mí, en cambio, el personaje me parece repelente y tiendo a creer que lo
que la camarera guineana dice de él es verdad. Me seguiría pareciendo repelente
incluso si fuera cierto que el sexo oral con que se gratificó aquella mañana
neoyorquina fue consensuado, pues, aun si lo hubiera requerido de buenas
maneras y pagado por ello, habría cometido un acto cobarde, prepotente y
asqueroso con una pobre mujer infinitamente más débil y vulnerable que él, la
que se habría sometido a esa pantomima por necesidad o por miedo, de ningún
modo seducida por la apostura o la inteligencia del personaje al que encontró
desnudo en la habitación que iba a arreglar. “Tirarse a una sirvienta”, por las
buenas o por las malas, es un acto innoble y vil, sobre todo cuando el que lo
perpetra es un señor de horca y cuchilla, que es lo que era, hasta entonces, el
casi intocable Strauss-Khan.
Yo no sé por qué las mentiras de la camarera atenuarían la falta de su
presunto violador. Lo que se va a juzgar es si fue o no violada, no si es
buena, sincera y desprendida. Si lo determinante para que la acusación
prevaleciera no fueran los datos objetivos sino la personalidad y el carácter,
el señor Strauss-Khan no quedaría bien parado. Sus antecedentes indican
claramente que le gustaron siempre mucho las mujeres y que no tenía el menor
empacho en demostrárselo, usando eso que los brasileños llaman la mao boba en
las recepciones, ascensores y pasillos, como han hecho público los paparazzi de
media Europa. Poco tiempo después de asumir la dirección del Fondo Monetario
Internacional se vio envuelto en un lío de faldas, por haberse echado una
amante entre sus subordinadas.
Y ahora mismo acaba de abrirse en París otro proceso contra él en el que la
periodista y escritora Tristane Banon lo acusa de haber intentado violarla, en
el año 2003, cuando fue a entrevistarlo para un libro. Ella fue citada en una
especie de garçonnière, un departamento provisto sólo de una cama y unos
sillones, y, según la joven, tuvo que defenderse a patadas y rasguños de su
entrevistado, que le rompió el sostén y el calzón mientras luchaban en el
suelo. Tristane quiso entonces denunciar el intento de violación, pero su madre
le impidió hacerlo, con el argumento de que aquello haría daño al Partido
Socialista, en el que ella también militaba. La señora ha confirmado este
hecho.
Así pues, si hay indicios negativos en lo que concierne al carácter y la
personalidad de la camarera guineana del Hotel Sofitel, las credenciales
morales del huésped están lejos de ser prístinas. Todo indica que ese señor
superinteligente, ultrapoderoso y millonario estaba acostumbrado a permitirse
ciertos excesos en el convencimiento de que a alguien como él esas debilidades
le están permitidas, igual que el derecho de pernada a los señores feudales. Lo
terrible es que parecería que buen número de sus compatriotas están de acuerdo
con él. La indignación contra la Policía y la justicia de Estados Unidos por
haber tratado a ese hombre tan importante y prestigioso como a un raterillo
capturado in fraganti es casi unánime.
Yo no acabo de entender tanta indignación. El jefe de la Policía
neoyorquina ha explicado que los presuntos culpables reciben el mismo
tratamiento, se trate de pobres diablos o de banqueros: son llevados esposados
al tribunal y expuestos a la prensa. También son presentados a la prensa cuando
son declarados inocentes por la justicia, ya sin esposas. No ha habido
encarnizamiento alguno contra Strauss-Khan. Pero, eso sí, no tuvo un
tratamiento preferencial, debido a su ilustre investidura en el mundo
financiero. Mucho me temo, por las cosas que leo estos días en París, que en su
propio país hubiera recibido ese tratamiento preferencial, y, probablemente,
jamás hubiera sido juzgado. Eso sí, la camarera guineana habría sido expulsada
del país por ilegal, por falsaria y por practicar la prostitución."
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