MARIDOS DE ALQUILER
La huachana Julia (procedente de Huacho), una de esas hermosas cholas
cuarentonas, casada con un piurano y con dos hijos, había tenido la oportunidad
de ir sola a San José de Costa Rica a asistir a una conferencia propia de su
especialidad profesional. Ella, que es mi mejor amiga, me contó esta anécdota
que paso a contarles.
No se crea que sólo los hombres pensamos a cada y en todo momento en el
sexo y estamos fabricando en el lugar que nos encontremos fantasías sexuales.
Las mujeres son aún más finas en estas artes. La mente de Julia siempre estaba
ocupándose en pensamientos enteramente humanos: el sexo. Hasta vino a decirse a
sí misma: “sería maravilloso tener un encuentro con un Tico”, que
es el gentilicio del costarricense. Incluso fue más allá. “Así como hay casas
de citas para los hombres, por qué no tendría que haber también para las
mujeres, sociedad machista de mierda”, murmuró para sus interiores y
martilleaba su mente el alevoso e instintivo deseo de “tirarse una canita al aire”
–que según ella no sólo debía ser privilegio de los hombres.
Estaba sola, sin su marido, sin vista de conocidos ¿por qué no?, se dijo,
aunque concluía que era una posibilidad muy remota, imposible. Cuando estuvo en
estas cavilaciones voluptuosas, sentada al lado de la ventanilla de un
ómnibus-colectivo en camino al evento, de pronto vio un aviso colgado en la
puerta de una casa que decía: “MARIDOS DE ALQUILER”.
Julia, enfrascada como estaba en sus pensamientos “húmedos”, pudo haber
perdido la razón porque el referido aviso tejió con convicción en cuestión de
segundos el siguiente razonamiento: Claro, Costa Rica no es el Perú; lo que
aquí es natural, allá es pecaminoso, y hasta ponen avisos públicos para, previo
pago, entregarse al fogosoTico. O mejor-no, o mejor-sí, o mejor-no; en
esa enredada tribulación triunfó el mejor-sí. Se santiguó mentalmente y
resolvió de manera resuelta adentrarse en esa pecaminosa aventura. -virgencita
de las Puertas, querido Anastacio –que así se llamaba su marido- perdónenme ustedes
pero estoy decidida a esta aventura, que Dios me perdone. Así decidió
resueltamente Julia en el diálogo consigo misma y como impulsada por un resorte
se paró y pidió al conductor que se detuviera porque iba a bajar.
Y casi corriendo regresó hacia el lugar donde había visto tal bendito
aviso. Pasándose las salivas, nerviosa pero gozosa al estar inmersa en ese
dulce y ambiguo laberinto del pecado carnal, con su dedo índice tembloroso
pulsó el timbre. Una señora le abrió la puerta y le hizo pasar y ella, ofuscada
que estaba, pensó: aah esta es la señora que alquila a su marido, bendita
señora, se dijo. –Vengo por el aviso, dijo Julia muerta de miedo. -Qué problema
tiene usted, le replicó la dueña de casa. Julia estuvo dispuesta a decirle su
problema consistente en sus reprimidos deseos sexuales, empero, optó por el
silencio. “Nosotros ofrecemos servicios de gasfitería, de electricidad, pintado
de paredes, arreglo de jardines” señaló la señora anfitriona.
Cegada como estaba, por segundos Julia pensó que esos nombres eran algo así
como jergas del servicio sexual, algo así como nombres de extraños poses que
seguramente usan los Ticos; pero, como un rayo vino a petardear su
mente y casi entrado en pánico sospechó que había entrado en el lugar
equivocado y que estaba metido en un acto bochornos y ridículo. Disculpe
señora, dijo y se abrió camino hacia la puerta y presurosa salió dejando
extrañada a la dueña de “Maridos de alquiler”.
Después, vino a saber que ese negocio consistía en ofrecer personal para
trabajos en la casa, así como el del gasfitero en el Perú. Moraleja: Dios
obnubila la mente de esposas pérfidas, aunque sea de pensamiento y tuerce sus
planes. Parafraseando a Erasmo de Rotterdam si por desventura la mujer pretende
“tirarse canitas al aire” como lo hacen los hombres, peca de doblemente necia
porque o bien queda en ridículo o queda descubierta.
(Téngase en cuenta que ni Gisela ni Magaly -prototipos de hermosas
mayorcitas mujeres peruanas- no tienen nada que ver con el tenor de esta
Viñeta; la ilustración de las fotos es un homenaje a la belleza de ellas).
Por Nemesio Espinoza Herrera
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