22 enero, 2010

Administración - Investigación

La investigación científica en Administración

Dr. Nemesio Espinoza Herrera



















Universidad, investigación científica y docencia universitaria

EI concepto universidad -inmerso en el significado de la categoría educación- implica dos misiones distintivas, fundamentales y simbióticas: la formación de profesionales y la Investigación Científica. En el contexto actual de globalización y competitividad, la universidad reivindica con mayor fuerza su importancia estratégica para el desarrollo de las sociedades por cuanto tiene la función social de formar un nuevo tipo de profesionales que respondan a las nuevas necesidades del desarrollo económico; y, lo más importante aún, la universidad tiene la misión social de generar Ciencia, Tecnología e Innovación a través de la Investigación Científica.

El desarrollo económico y social de un país -entendido esencialmente como la mejora gradual de los niveles de la calidad de vida de la población-, se sustenta en dos pilares imprescindibles: la Ciencia (tecnología e innovación) y la presencia de un nuevo tipo de profesionales competitivos, entre ellos los científicos. Esta identificación de la naturaleza bidimensional de la universidad (preparar gente y gestar Ciencia) permite comprender las importantes repercusiones que ella tiene en las sociedades modernas en general.

La Investigación Científica -entendida como la producción de nuevos conocimientos, tecnologías e innovaciones- es el signo inequívoco y emblemático del concepto universidad. El rol fundamental de la Investigación Científica es, al fin y al cabo, la que diferencia a la universidad de otras instituciones educativas. La Investigación Científica, por consiguiente, es una tarea inherente y prioritaria del quehacer académico universitario en la que están (deben estar) necesariamente involucrados tanto los docentes como los estudiantes. Rigurosamente hablando, una universidad que prioritariamente no investiga (y bien) no es tal. La Investigación Científica como fundamento del claustro universitario es, al mismo tiempo, la base de la pedagogía universitaria y entre ellas existe una necesaria simbiosis, en el sentido de que una no existe (no debía existir) sin la otra. No hay –no debe haber- docencia universitaria sin estar vinculado directamente a la investigación; y viceversa.

La Investigación Científica en el Perú
La Investigación Científica en el Perú afronta, como se sabe, muchas dificultades a consecuencia de la crisis estructural que padece desde hace décadas la universidad peruana reflejándose en ella el problema de la Educación en el Perú. Pero más que un problema de financiamiento o de carencia de recursos, el problema de la Investigación Científica es que en el país no se valoriza su importancia estratégica como la catapulta del desarrollo económico-social a cuya consecuencia no existen políticas y voluntades verdaderas de priorización de la Ciencia, Tecnología e Innovación que se sustenta en la Investigación Científica. Es éste el problema nacional y no otro, porque recursos hay (y de sobra). El país resulta meramente receptor y la universidad meramente transmisora de conocimientos foráneos y no a producirlos, hecho que crea, irremediablemente, lazos de dependencia. Esto imposibilita al país su inserción soberna a un mundo globalizado y competitivo y a formar parte de la sociedad del conocimiento y de la información mundial. Es indudable que en el país la universidad requiere un proceso de una verdadera reestructuración (en términos de reingeniería) como parte de un proceso de cambio radical en la educación nacional. Una universidad actual, eminentemente profesionalizante, con alarmantes niveles de desempleo profesional y que virtualmente abjura su misión de la Investigación Científica, es una universidad que no está en condiciones de contribuir al proceso del desarrollo económico y social del país. La concepción de una universidad moderna y competitiva, propia del nuevo siglo y milenio, pasa por revalorizar y priorizar a la Investigación Científica considerándola como el eje de su razón de ser.

No obstante, las universidades del país, especialmente las públicas y entre ellas San Marcos, han hecho importantes avances en materia de la Investigación Científica. Las informaciones bibliométricas e indicadores de la producción científica y tecnológica (patentes, número de revistas científicas indexadas e indizadas, existencia de revistas científicas electrónicas, cantidad de citaciones bibliográficas internacionales, etc.) así lo confirman. Sin embargo, seguimos siendo los últimos en el ámbito de Latinoamérica en la que varios países, vecinos nuestros, nos llevan la delantera en materia de la Investigación Científica con varia décadas de diferencia.

Las Facultades de Administración y la Investigación CientíficaUn importante contingente de investigadores científicos peruanos que decidieron quedarse en el país, han hecho indiscutibles aportes a través de la Investigación Científica en las disciplinas de Medicina, Biología, Física, Química, Ingenierías, Agricultura, ciencias ambientales, Historia, Arqueología, Sociología, etc.; pero, en las Facultades de ADMINISTRACION (o Facultades de Ciencias Administrativas) de las universidades del país, tanto públicas como privadas, la Investigación Científica en Administración es virtualmente inexistente. Estas facultades, encargadas de formar profesionales en Administración (líderes, gerentes, empresarios, científicos) altamente competitivos para que contribuyan al desarrollo del país, tienen también la alta responsabilidad de producir nuevos conocimientos, ciencia, tecnología e innovación en Administración a través de la Investigación Científica.

Es importante admitir que las facultades de Administración de las universidades del país, actualmente padecen un conjunto de dificultades cuya expresión más elocuente es el alto porcentaje del desempleo profesional a consecuencia de graves problemas estructurales en la formación de los administradores profesionales y en la carencia casi absoluta de la verdadera Investigación Científica en Administración. Por tales consideraciones es que se manifiesta la apremiante e imperativa necesidad de un proceso gradual pero sostenido de reestructuración radical de las facultades de Administración tanto en las universidades públicas como privadas debido a que en estas últimas tampoco existen modelos ejemplares ni en el proceso de la formación de administradores ni en la Investigación Científica.

La concepción de un proceso de reestructuración integral de las facultades de Administración -como parte de un proceso de cambio estructural del sistema universitario en el que el tema de la acreditación universitaria sea el eje fundamental-, resulta siendo multidimensional debido a que convergen un conjunto de pivotes que configuran el problema nacional en materia de las carreras universitarias de Administración. Empero, en lo que se refiere al tema concreto de la Investigación Científica en Administración existe la necesidad de apuntalar en lo inmediato posible a desplegar un conjunto de esfuerzos corporativos y nacionales para alcanzar, entre otros, los grandes objetivos tales como:

A) Ejecutar la verdadera reestructuración curricular en la que las labores de Investigación Científica en Administración sean prioritarias, en la que se encuentre inserta las estrategias pedagógicas de la formación de investigadores científicos en Administración y que todos los docentes así como estudiantes de pre y postgrado están comprometidos en la producción de nuevos conocimientos.

B) Determinar las grandes líneas y programas nacionales ejes de Investigación Científica en Administración en concordancia con las nuevas condiciones, exigencias y necesidades del desarrollo nacional y siempre vinculadas al sector productivo.

C) Restituir la obligatoriedad de la presentación de Tesis para optar el grado académico de Bachiller (el nefasto Bachillerato Automático va en contra de la naturaleza misma de la universidad y perjudica al profesional, a la Facultad, a la universidad y al páis).

D) Promover la creación de fondos concursables para la Investigación Científica en Administración, la institucionalización de premios nacionales a la producción científica y tecnológica en Administración y el intercambio internacional de investigadores en Administración.

E) Difusión de la literatura científica en Administración a través de la edición de verdaderas publicaciones científicas (revistas de investigación indexadas e indizadas impresas y electrónicas, libros, etc.).

F) Promover la reestructuración radical de los programas de Maestría y Doctorado en Administración, los mismos que deben ser vistos como centros eminentemente de Investigación científica y de perfeccionamiento de docentes universitarios en Administración. Estas y muchas otras necesidades prioritarias en materia de la Investigación Científica en Administración deben ser dilucidadas y consensuadas en eventos nacionales e internacionales y San Marcos debe tomar iniciativas.

Necesidad mundial de la Investigación Científica en Administración
De aquí a escasos años, en el 2016, el mundo celebrará el centenario de la Administración. Como se sabe, en 1916 se publicó la trascendental obra del francés Henry Fayol titulada Administración Industrial y General en la que con una claridad extraordinaria se expone, por primera vez en la historia de la humanidad, los fundamentos doctrinarios de la Administración. Ha transcurrido una centuria de la Administración universal, sin embargo, en lo esencial, máxime en su aspecto doctrinario, sigue siendo la misma Administración concebida por sus propulsores clásicos y neoclásicos. Es evidente, por ejemplo, la ortodoxia (y hasta su dogmatismo) de la Administración por cuanto sus primigenios fundamentos teóricos en lo fundamental no ha cambiado y a pesar de su frondosa literatura y de su lenguaje remozada, en lo esencial sigue siendo hoy lo mismo como lo era hace un siglo. Mayor gravedad revista la Administración en Latinoamérica, en especial en el Perú, pues seguimos siendo simples receptores y difusores de la literatura y lenguaje de la Administración occidental, especialmente norteamericana.

Por otra parte, en la Administración, no obstante a un siglo de vigencia -como teoría y como praxis profesional, porque como actividad humana la Administración es tan antigua como la historia del hombre- aún prevalece una concepción circunscrita solamente a los estrechos marcos de las empresas (y, eventualmente, de las instituciones). Por tal razón resulta siendo usual hablar sólo de la administración de empresas (microadministración) y, de manera tangencial o circunstancial, de la administración de hospitales, de universidades, de municipalidades, del Estado, del ejercito, de las iglesias, etc.; sin percibir que la Administración trasciende más allá de las ceñidas fronteras empresariales e institucionales y se engarza al proceso mismo de desarrollo de las sociedades (macroadministración) y por lo tanto la Administración adquiere su dimensión de categoría eminentemente política, filosófica e ideológica.

Es en este último contexto que adquiere verosimilitud la célebre declaración de Drucker: "Los países subdesarrollados no son tales, son más bien, países subadministrados", o de Deming: "Cualquier país con una buena Administración no tiene por que ser pobre". Esta bidimensionalidad de la Administración conlleva -aunque por ahora cueste admitirlo-, a establecer que la Política, la Economía, el Derecho, la Sociología, la Psicología, etc. son, en su estricta interpretación, categorías inmersas y subordinadas a la Administración.

Precisa señalar, por otra parte, que pese al primer siglo de la Administración, se sigue subestimando al factor humano como antaño. La gente sigue siendo aún -afrenta aparte- considerada y tratada como "recursos" -incluso los mismos administradores de hoy llaman, despectivamente, "recursos humanos" como si las personas fueran máquinas o cosas. El hombre (la persona humana) sigue siendo visto, al igual que hace un siglo, como un medio antes que un fin, desnaturalizando su carácter eminentemente humana de la Administración. No se trata de buscar tecnologías, calidad, productividad, competitividad, mercados; éstos son, más bien, resultados de lo que se haga exactamente lo contrario: buscar prioritariamente calidad y respeto a la gente.

Y así podemos seguir mencionado un conjunto de limitaciones estructurales de la Administración que evidencian una suerte de estancamiento de su avance científico mundial, máxime en estas últimas tres décadas. Empero, todo esto tiene un denominador o causa común: la inexistencia de la Investigación Científica en Administración. No son los Taylor, los Fayol, los McGregor, los Kast, los Mintzberg, los Senge, los Porter, los Hofstede, los Drucker; los que necesariamente abundan en nuestros tiempos; son, mas bien, los efímeros best sellers en Administración quienes, sin embargo, no logran remover sus bases doctrinarias. Todo esto demanda renovados esfuerzos en la Investigación Científica en Administración capaz de producir nuevos conocimientos, nuevas teorías, tecnologías e innovaciones para contribuir al desarrollo de la humanidad.

Las publicaciones científicas en AdministraciónLas labores de Investigación Científica tienen que traducirse necesariamente en resultados o productos concretos bien sean como artículos científicos, tesis, libros o inventos; los mismos que deben ser publicados para conocimiento, análisis, validación o refutación de la comunidad científica. Si las investigaciones realizadas no confluyen en resultados definidos y éstos no son publicados, es como si las investigaciones no se hubieran ejecutado y en tal caso los recursos y esfuerzos habrán resultado malgastados. Por ello es que en el contexto de la Investigación Científica en Administración resulta crucial el tema de la difusión de la literatura científica en Administración a través de las publicaciones científicas.

En el terna de las publicaciones científicas adquiere una mayor importancia la edición de las revistas de investigación científica en las que se publican los artículos científicos, los mismos que constituyen contundentes indicadores de la producción científica y tecnológica de un país pues a través de ellos se hace conocer a la opinión científica los resultados de las investigaciones realizadas.

Un primer aspecto a destacarse en materia de las publicaciones de las revistas científicas es el de la necesidad de diferenciar entre lo que es una revista institucional (informativa, gremial, periodística o magazine) y una revista de investigación científica. Esta Ultima -en términos de Research Journal- es la que nos interesa. Una revista de investigación científica es aquella en la que prioritariamente se publican los denominados artículos originales o artículos científicos, los mismos que versan necesariamente sobre los resultados de las investigaciones o estudios realizados. Es cierto que en una revista de investigación científico también puede publicarse editoriales, temas de actualidad, artículos de revisión y de análisis, reseñas, casos, etc.; pero, prioritariamente -en un 80%- deben ser publicados los artículos científicos originales.

Otro hecho que es importante destacar en la edición de las revistas científicas es que ellas deben poseer un evidente impacto local, nacional e internacional, el cual se mide por la frecuencia con que los artículos publicados y los investigadores autores son citados o consultados en el ámbito de la comunidad científica. El impacto de una revista de investigación es consecuencia del despliegue de esfuerzos institucionales, de los investigadores así como de la asunción responsable de sus funciones de los encargados de editarla, entre ellos la participación activa del Consejo Editorial (o Comité Editorial). Por otro lado, especial referencia debe hacerse a la importancia del rol que cumple en la edición de revistas científicas de impacto el denominado juicio de pares (peer review) que consiste en el proceso de someter cada artículo, aprobado por el Comité Editorial al arbitraje de investigadores especialistas para que puedan emitir sus opiniones y sean éstas decisivas para la publicación o no del articulo. Es este proceso arbitraje el que, al fin y al cabo, le otorga calidad de impacto a una revista de investigación científica y la califica como revista indexada la misma que deberá ser indizada (integración a la Base de Datos de la literatura científica mundial) por su propios méritos a fin de que los investigadores del mundo tenga acceso a la información científica contenida, bien sea a través de la tenencia física de la revista o a través de medios electrónicos (revistas científicas on line o revistas científicas virtuales) como es el caso, por ejemplo, del programa Scielo (al que San Marcos se encuentra ya suscrita).

Es cierto que en el caso de las facultades de Administración de las universidades del país hay todavía diversidad de limitaciones estructurales para la edición de verdaderas revistas científicas en Administración indexadas (e indizadas); empero hacia ellas y de manera gradual pero sostenida se debe ir canalizando esfuerzos institucionales y nacionales porque, hoy más que nunca, resulta una apremiante exigencia para el desarrollo nacional el promover las publicaciones científicas en Administración.
(Imagen princiapal: profepancho.blogspot.com)

Promoción de PYMES

LA PROMOCIÓN DE LAS PYMES EN EL PERÚ
Por: Fernando Villarán
(Ingeniero Industrial y Magíster en economía, ex ministro de Trabajo y actualmente presidente de SASE Consultores).
(Prólogo al libro CREACIÓN Y GESTIÓN DE PYMES)

En el Perú los sucesivos gobiernos se han demorado mucho en apoyar en forma decidida y masiva a las pequeñas empresas. Mientras que en el resto del mundo ellas formaban parte de los principales motores del crecimiento económico y la inclusión social, en nuestro país, hasta muy entrado el siglo veinte seguía siendo el patito feo de la política gubernamental.

Durante el gobierno del general Velasco Alvarado el concepto y la promoción de la pequeña empresa no existía. La ley general de Industrias (18350) dada en 1970 no menciona la palabra pequeña empresa (tampoco menciona la palabra exportaciones) pues prevalecía la idea que sólo las grandes empresas, principalmente estatales y también privadas, eran las que valía la pena apoyar y promover, y que serían ellas las que desarrollarían al país creando riqueza y generando empleo. Era una concepción que se basaba en las teorías de las “economías de escala” y el modelo fordista-taylorista de organización industrial. El asesor principal del Ministerio de Industrias (MICTI) de ese momento, Virgilio Roel, decía que “con 12 grandes proyectos industriales hacíamos la revolución industrial en el país”. En esa ley sí se menciona y recibe tratamiento la artesanía, que era el único que representaba a este sector y que reforzaba la idea que se trataba de actividades tradicionales, poco dinámicas que se apoyaban por razones principalmente sociales.

En realidad la promoción a la pequeña empresa (que incluye a la micro) comienza formalmente en el Perú en la década del 80, con los gobiernos democráticos de Fernando Belaúnde y Alan García. Ambos ponen el tema en la agenda, y si bien todavía no se convierte en prioridad sí empiezan a trazarse políticas, orientarse instituciones y destinar algunos recursos. Es destacable el interés demostrado por el Presidente Belaúnde por las propuestas de E.F. Schumacher, autor de “Lo pequeño es hermoso”, que logró contagiar a miembros de su partido (Acción Popular) y del gobierno. Por el lado del Estado, en esa década se crea la División de Pequeña Empresa y Artesanía en el Banco Industrial del Perú (banco estatal de fomento), y se inicia la primera Caja Municipal en Piura (1982), y por el lado del sector privado, se realizan las primeras investigaciones sobre el sector, mezcladas con el recientemente descubierto fenómeno de la informalidad (En las que destacan las de Hernando De Soto del ILD, José Lanz de la UP, Jorge Vélez de Edaprospo, Daniel Carbonetto y Eliana Chávez del CEDEP , Norma Adams del IEP, F. Villarán de la Fundación Ebert, entre otras), creando el primer programa privado de crédito al sector con Acción Comunitaria (1982), que sería la primera de muchas ONGs dedicadas a la promoción del sector. Durante el gobierno del APRA se crea el IDESI (Instituto de Desarrollo del Sector Informal) con fuerte apoyo de la OIT y del Estado, COFIDE empieza a financiar y asistir al sector, y al final del mismo se da una ley de promoción al sector que intenta organizar las políticas de promoción e instituciones existentes.

En los 90s, con el gobierno de Fujimori se instala la ambigüedad: por un lado lleva como vicepresidente de la República a Máximo San Román, dirigente máximo de la Federación Nacional de la Pequeña Industria (FENAPI), y por otro lado, aplica una política económica neoliberal relativamente ortodoxa que no incluye políticas sectoriales y no reconoce ventajas en la pequeña empresa. Como parte de las reformas estructurales aplicadas en esa época se fortalece el MEF y se debilitan todos los otros ministerios e instituciones sectoriales. De todas formas, la pequeña empresa no desaparece del discurso oficial, se mantienen los programas de los 80s, en 1994 se crea el Programa de la Pequeña y Micro Empresa – PPME en el Ministerio de Industria (MITINCI) para liderar el apoyo al sector, y finalmente en 1997 se crea PROMPYME (La Comisión para Promoción de la Pequeña y Micro Empresa) que es de lejos, y hasta hoy, la principal entidad estatal de apoyo al sector. Como se mantenía en la agenda del gobierno y se mencionaba en los discursos oficiales (y siendo un gobierno autoritario en donde los funcionarios quieren quedar bien con el Presidente) casi todos los ministerios e instituciones públicas crearon sus propios programas y proyectos de apoyo al sector; de manera tal que a fines de los 90s existían 22 programas estatales de apoyo a la pequeña empresa, asentados en 9 sectores diferentes (Ver Promoción Estatal a la PYMEs en el Perú, de F Villarán y S. Chíncaro, editado por Swissontact en 1998 en Lima.) sin ninguna coordinación entre sí y sin ningún liderazgo público. Esto significaba, por supuesto, un gran desperdicio de recursos.

Por el lado del sector privado, se crea el COPEME: Consorcio de Instituciones Privadas de Promoción a las Micro y Pequeñas Empresas, que empieza con 12 instituciones y rápidamente alcanza las 55. En este período se promulga la nueva ley de bancos que incluye a las Cajas Municipales y Rurales y crea una nueva modalidad, las EDPYMEs, Entidades de Desarrollo de las Pequeñas y Micro Empresas, para facilitar la “graduación” de las ONGs financieras. También se aprueba, por parte del BID, el primer crédito MicroGlobal a COFIDE, dando lugar al “sistema de microfinanzas” en el Perú, uno de los mejores (sino el mejor) de América Latina.

Todo esto expresaba la situación que hemos calificado de ambigüedad; por un lado la pequeña empresa no era parte de las prioridades oficiales, pero por otra parte se creaban muchos programas, aunque sin racionalidad y con escasos recursos. A pesar de que en el discurso de los que diseñaban las políticas económicas, en el MEF y otros organismos, no se le daba la menor prioridad a las pequeñas empresas dentro de las políticas económicas, se expandían las instituciones, los programas y se orientaban recursos hacia el sector. Al final, la realidad tan contundente de este sector se impuso en el ambiente de la política oficial, a pesar de las resistencias ideológicas.

En el gobierno de Alejandro Toledo (2001 – 2006) se inicia un proceso de racionalización de la promoción estatal y privada a las pequeñas empresas: se reforma íntegramente el Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE), enfatizando las políticas de generación y mejoramiento del empleo, dentro de las que ocupan un lugar central las micro y pequeñas empresas. De esta manera el MTPE se ponía en capacidad de liderar y coordinar al conjunto de instituciones públicas (y privadas) de promoción a las MIPYMEs (Micro, Pequeña y Mediana Empresa). A partir del 2001, se crea el viceministerio del empleo y las MYPEs (micro y pequeña empresa), la dirección general MYPE, se traslada PromPYME al MTPE, se diseña y implementa el Programa Perú Emprendedor, se prepara y promulga la Ley de Promoción a las Micro y Pequeñas Empresas (MYPEs - Ley 28015) en julio del 2003, dando el marco jurídico necesario. (Buena parte de esta historia de las políticas públicas respecto a las MYPEs se encuentra en el Libro: El mundo de la pequeña empresa, editado por MINCETUR, CONFIEP y COPEME en el 2007).

Durante el actual gobierno de Alan García (2006-2011) se mantienen las orientaciones generales dadas en el anterior; hecho que hay que resaltar puesto que rompe la negativa tradición peruana de aplicar la política del “borrón y cuenta nueva”. Se mantiene el liderazgo del MTPE en la promoción del sector, se amplían los programas de promoción, ahora con el nuevo nombre de “Mi Empresa” (que es la continuidad de Perú Emprendedor), y se da la nueva legislación de promoción a las MYPEs con el DL 1086 del 28 de junio del 2008. En esta norma se enfatiza sobre todo el tema de la formalización de los trabajadores y conductores de las MYPEs pues se recurre al subsidio estatal para asegurar el seguro médico y la jubilación para este vasto sector de la población económicamente activa peruana. (El único error de este gobierno ha sido la desactivación de PROMPYME, cuando todos los países de América Latina tienen poderosas instituciones públicas de promoción al sector).

Sin embargo, y a pesar de estos avances, los recursos destinados al sector siguen siendo muy escasos, sobre todo comparado con los destinados a los programas de alivio a la pobreza, con un claro corte asistencial. Todavía la pequeña empresa no llegaba ser una prioridad dentro de las políticas económica y social del gobierno.

Por eso, el espectacular desarrollo de las pequeñas y micro empresas peruanas, a lo largo y ancho del país, y en particular en los conglomerados de Gamarra (Lima), La Victoria (Trujillo), Juliaca (Puno), Pisco-Ica, se ha producido principalmente por el empuje, capacidad de trabajo y creatividad de los empresarios y empresarias peruanas. Ellos y ellas son los héroes que han hecho posible no sólo resolver sus múltiples problemas económicos familiares y locales, sino también se han convertido en un factor central del desarrollo económico y social del Perú.

El libro del profesor Nemesio Espinoza Herrera se inscribe dentro del esfuerzo de la universidad peruana por apoyar el desarrollo de este pujante sector brindando información y orientaciones muy precisas en los diversos campos de la actividad empresarial para aquellos que, por un lado, se interesan por investigar sobre el sector y, por otro lado, para aquellos que intentan crear su propia pequeña empresa. Se trata pues de una publicación valiosa que será de utilidad para una amplia gama de lectores.