BÚSQUEDA INFRUCTUOSA DE LA FELICIDAD
Piedras en el camino
Yo tengo mucha simpatía y admiración a las reflexiones del gran budista, filósofo y sabio Dalai Lama (Tenzin Gyato), sobre la Felicidad humana. La idea es muy simple: ¿cómo lograr la felicidad (verdadera)?. Bueno, no es tan simple, porque en realidad ¿Qué significa Felicidad, para mí, para ti; para unos, para otros?. Pero, al margen de la discusión de la naturaleza inmanente de la felicidad, Dalai Lama predica que el camino hacia la verdadera felicidad es el AMOR. “Nuestro objetivo básico –dice- es el de disfrutar de una vida feliz.... el propósito de nuestra vida, el objetivo de nuestra vida es la felicidad” . “Somos más que simple materia.. por ello, el bienestar material por sí solo no basta... necesitamos algo más profundo (afecto humano o compasión)”. Es decir, para ser feliz necesitamos AMOR; pero el verdadero. (¿Pero, qué es el verdadero AMOR?); necesitamos la tolerancia, la compasión. Predicar el amor como religión universal, es en buena cuenta la verdadera religión.
“Si nos sentimos de buen humor cuando nos levantamos por la mañana, si hay en nosotros un sentimiento de bondad, automáticamente nuestra puerta interna se abre ese día”. “El origen último de esa atmósfera placentera reside dentro de cada uno: un corazón bondadoso, compasión humana, amor y nos ayuda a disminuir el miedo y la inseguridad”. “Ley natural: el afecto (la compasión) es la clave de la felicidad”. “cada tipo de felicidad y sufrimiento podemos dividir en dos categorías principales: mental y física. De las dos, la mente es la que ejerce una mayor influencia en la mayoría de nosotros”.
Es decir, el camino hacia la felicidad está empedrado de obstáculos; hay, pues, piedras en el camino; una de ellas es precisamente nuestra mente (nuestro pensamiento, nuestras ideas, nuestros razonamientos). Finalmente, el hombre (y la mujer) no encuentran en sus vidas terrenales la verdadera felicidad porque no encuentran la Paz mental, estamos –irremediablemente- condenados a ser infelices.
Hacer esfuerzos más serios para obtener la paz mental, cuya materia prima es el AMOR; es, o deber ser, tarea cotidiana que nos aproxima a la felicidad. “Desde mi propia y limitada experiencia –dice Lama- he descubierto que el mayor grado de tranquilidad interna viene del desarrollo del amor y la compasión. Cuanto más nos preocupamos de la felicidad de los demás, mayor es nuestro sentimiento de bienestar... esto nos ayuda a remover todos aquellos miedos o inseguridades y nos da la fuerza necesaria para enfrentarnos a cualquier obstáculo”. Dice “estamos destinados a encontrar problemas… que todo el mundo debe experimentar sufrimientos”. De esto digo yo, ¿por qué tiene que ser así?, ¿por qué tenemos que sufrir siempre? ¿Qué nos lleva a la eterna infelicidad humana en la tierra y en esta vida?, ¿acaso tenemos que seguir sufriendo con la supuesta esperanza en una vida mejor después de la muerte?
Ensayo una conjetura al respecto: el 9O% de la infelicidad humana en la tierra y en esta vida se debe a las relaciones entre las personas, relaciones que están basadas en la carencia del amor y de la compasión. La ausencia del verdadero AMOR entre nosotros, entre las personas, es la real causa de la infelicidad humana. El 10% de nuestra infelicidad acaso está representada por lo inevitable, por lo inexorable: los embates de la naturaleza que nos quita lo que amamos, la enfermedad que amenaza la vida y la muerte misma que nos quita la vida. Las guerras, los odios, las rivalidades, las perfidias, los enfados, la ira; vale decir, el sufrimiento humano a consecuencia de las interrelaciones entre las personas (de sus mentes), constituye el mayor fuente de la infelicidad y del sufrimiento humano. Sufrimos porque en nuestras relaciones entre nosotros, entre las personas –conducidas por nuestras mentes- no prevalece el AMOR, sino su antípoda: el odio.
“En general la causa final del sufrimiento es la mente: la mente influida por malos pensamientos como la ira, los celos y el aferrarse a las cosas”. La vida es corta y una gran parte de ella ya ha transcurrido. La muerte puede llegar en cualquier momento y cuando lo haga lo único que podremos llevarnos con nosotros será las huellas mentales de las acciones de nuestras vidas”. Paremos de sufrir; amémonos, pero de verdad. No con palabras, sino con hechos.
Piedras en el camino
Yo tengo mucha simpatía y admiración a las reflexiones del gran budista, filósofo y sabio Dalai Lama (Tenzin Gyato), sobre la Felicidad humana. La idea es muy simple: ¿cómo lograr la felicidad (verdadera)?. Bueno, no es tan simple, porque en realidad ¿Qué significa Felicidad, para mí, para ti; para unos, para otros?. Pero, al margen de la discusión de la naturaleza inmanente de la felicidad, Dalai Lama predica que el camino hacia la verdadera felicidad es el AMOR. “Nuestro objetivo básico –dice- es el de disfrutar de una vida feliz.... el propósito de nuestra vida, el objetivo de nuestra vida es la felicidad” . “Somos más que simple materia.. por ello, el bienestar material por sí solo no basta... necesitamos algo más profundo (afecto humano o compasión)”. Es decir, para ser feliz necesitamos AMOR; pero el verdadero. (¿Pero, qué es el verdadero AMOR?); necesitamos la tolerancia, la compasión. Predicar el amor como religión universal, es en buena cuenta la verdadera religión.
“Si nos sentimos de buen humor cuando nos levantamos por la mañana, si hay en nosotros un sentimiento de bondad, automáticamente nuestra puerta interna se abre ese día”. “El origen último de esa atmósfera placentera reside dentro de cada uno: un corazón bondadoso, compasión humana, amor y nos ayuda a disminuir el miedo y la inseguridad”. “Ley natural: el afecto (la compasión) es la clave de la felicidad”. “cada tipo de felicidad y sufrimiento podemos dividir en dos categorías principales: mental y física. De las dos, la mente es la que ejerce una mayor influencia en la mayoría de nosotros”.
Es decir, el camino hacia la felicidad está empedrado de obstáculos; hay, pues, piedras en el camino; una de ellas es precisamente nuestra mente (nuestro pensamiento, nuestras ideas, nuestros razonamientos). Finalmente, el hombre (y la mujer) no encuentran en sus vidas terrenales la verdadera felicidad porque no encuentran la Paz mental, estamos –irremediablemente- condenados a ser infelices.
Hacer esfuerzos más serios para obtener la paz mental, cuya materia prima es el AMOR; es, o deber ser, tarea cotidiana que nos aproxima a la felicidad. “Desde mi propia y limitada experiencia –dice Lama- he descubierto que el mayor grado de tranquilidad interna viene del desarrollo del amor y la compasión. Cuanto más nos preocupamos de la felicidad de los demás, mayor es nuestro sentimiento de bienestar... esto nos ayuda a remover todos aquellos miedos o inseguridades y nos da la fuerza necesaria para enfrentarnos a cualquier obstáculo”. Dice “estamos destinados a encontrar problemas… que todo el mundo debe experimentar sufrimientos”. De esto digo yo, ¿por qué tiene que ser así?, ¿por qué tenemos que sufrir siempre? ¿Qué nos lleva a la eterna infelicidad humana en la tierra y en esta vida?, ¿acaso tenemos que seguir sufriendo con la supuesta esperanza en una vida mejor después de la muerte?
Ensayo una conjetura al respecto: el 9O% de la infelicidad humana en la tierra y en esta vida se debe a las relaciones entre las personas, relaciones que están basadas en la carencia del amor y de la compasión. La ausencia del verdadero AMOR entre nosotros, entre las personas, es la real causa de la infelicidad humana. El 10% de nuestra infelicidad acaso está representada por lo inevitable, por lo inexorable: los embates de la naturaleza que nos quita lo que amamos, la enfermedad que amenaza la vida y la muerte misma que nos quita la vida. Las guerras, los odios, las rivalidades, las perfidias, los enfados, la ira; vale decir, el sufrimiento humano a consecuencia de las interrelaciones entre las personas (de sus mentes), constituye el mayor fuente de la infelicidad y del sufrimiento humano. Sufrimos porque en nuestras relaciones entre nosotros, entre las personas –conducidas por nuestras mentes- no prevalece el AMOR, sino su antípoda: el odio.
“En general la causa final del sufrimiento es la mente: la mente influida por malos pensamientos como la ira, los celos y el aferrarse a las cosas”. La vida es corta y una gran parte de ella ya ha transcurrido. La muerte puede llegar en cualquier momento y cuando lo haga lo único que podremos llevarnos con nosotros será las huellas mentales de las acciones de nuestras vidas”. Paremos de sufrir; amémonos, pero de verdad. No con palabras, sino con hechos.
Albert Einstein prueba que el mal es ausencia del bien (vale decir, ausencia de Dios)
(A mi correo llegó un e-mail en Power Point sin identificación en el que se describe un relato que lo reproduzco a continuación).
“¿Dios creó todo lo que existe?"; preguntó el profesor al alumno inquisidor. Si, Él creó, contestó el alumno. “Si Dios creó todo lo que existe, ¡entonces Dios hizo el mal, ya que el mal existe! Y si establecemos que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, ¡entonces Dios es malo!!", sentenció el profesor.
Profesor, ¿el frío existe? ¿Pero qué pregunta es esa?… Lógico que existe, ¿o acaso nunca sentiste frío?; inquirió el profesor. "En realidad, señor profesor, el frío no existe. Según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en verdad es la ausencia de calor. Todo cuerpo o objeto es factible de estudio cuando posee o transmite energía; el calor es lo que hace que este cuerpo tenga o transmita energía”. “El cero absoluto es la ausencia total de calor; todos los cuerpos quedan inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Nosotros creamos esa definición para describir de que manera nos sentimos cuando no tenemos calor."
Y, ¿existe la oscuridad? Existe; dijo el profe. El alumno le contesto: La oscuridad tampoco existe. La oscuridad, en realidad, es la ausencia de luz. “La luz la podemos estudiar, ¡la oscuridad, no! “La oscuridad es una definición utilizada por el hombre para describir qué ocurre cuando hay ausencia de luz.”
Señor, ¿el mal existe? Como afirmé al inicio, vemos estupros, crímenes, violencia en todo el mundo. Esas cosas son del mal. “El mal no existe, Señor, o por lo menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia del bien… De conformidad con los anteriores casos, el mal es una definición que el hombre inventó para describir la ausencia de Dios.” Dios no creó el mal. … El mal es el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de los seres humanos. Es igual a lo que ocurre con el frío cuando no hay calor, o con la oscuridad cuando no hay luz. Me llamo, ALBERT EINSTEIN, profesor.
TIPOLOGÍAS HUMANAS
El conchudo, el cojudo y el pendejo
“El que no vive de conchudo, muere de cojudo”. La autoría de esta especie de proverbio corresponde al psiquiatra Julio Hevia, profesor de la Universidad de Lima y egresado de la Facultad de Psicología de San Marcos. Agrega: “No sé si todos queremos ser conchudos o pendejos, pero por lo menos no queremos ser cojudos ni huevones, y en el afán de evitarlo quizá nos acercamos a los extremos” (El Dominical, El Comercio 13/10/02).
El Estado, la Iglesia, el Ejército, la universidad, la empresa, el matrimonio, la cárcel, la cantina; en suma, la sociedad está plagada de conchudos, cojudos y pendejos. Levantas una piedra y aparecen por docenas tales alimañas. Así como Ingenieros dijo que la mediocridad es un valor social; la conchudez, la cojudez y la pendejada resultan siendo también valores y tipologías sociales de la personalidad humana. Aunque, ser conchudo ya es, de por sí, ser pendejo; empero, conviene hablar, en el Perú, en términos de la tríada: el conchudo, el cojudo y el pendejo; pues en cada país tiene sus propias acepciones.
Un ejemplo típico de pendejo es Rasputín, quien era un humilde campesino; pero, por su naturaleza innata, era un “libertino”. Rasputín se las ingenió entrar al servicio del zar (rey de Rusia) y se ganó su absoluta confianza porque daba acertados consejos que le permitían al rey mantenerse, y bien, en el poder. En buena cuenta, Rasputín era especie de brujo, pitoniso, curandero, espiritista; y, para complemento de su (des)ventura, un maniático sexual que todas del palacio –incluyendo la reina- cayeron entre sus piernas y para todas las mujeres era el mejor haciendo el amor; es decir, Rasputín era un perfecto pendejo. Pero él creía -como creen equivocadamente los pendejos actuales- que era inmune e impune y el pobre cojudo Rasputín murió asesinado. Dicen que Rasputín tenía el miembro viril más grande del mundo (40 cm) y que tal pene cercenado se exhibiría en uno de los museos del mundo. Para mí, esta conjetura es otra pendejada de quienes pretenden idolatrar a Rasputín.
El adagio “Dios me libre de mis amigos que de mis enemigos me libro yo” es señal inequívoco que habiendo sido cojudo, uno se viene a dar cuenta tardíamente que estuvo rodeado de pendejos (as) o de conchudos (as), quienes se declaraban ser amigos tuyos. Los corruptos (abundantes en el Perú), por citar otro ejemplo, son los más pendejos que todos los pendejos juntos; son caraduras, sinvergüenzas, kullu uyas, kcala uyas; y todavía para poner a prueba toda su pendejada corren gritando ¡al corrupto!, ¡al ladrón!
Estando mi amigo desempleado y divagando por la calle cavilando sobre cómo hay pendejos (empleados) que ganan sin hacer nada y él hecho un cojudo pateando latas, vio en el quiosco de los periódicos una pequeña revistilla que decía Manual del Pendejo, cómo vivir sin trabajar y quitarle la esposa del vecino. (http://hrbrthlgn.blogspot.com/) ¡Eureka! Había encontrado su salvación y por una miserable moneda de un sol, la compró con la huera pretensión de convertirse en un pendejo, aunque ni su cara le ayudaba para serlo. Había caído en la pendejada. Hoy mi amigo sigue siendo cojudo, convencido que ser pendejo es vocación; pero degustó el siguiente texto:
“QUERIDO LECTOR, sabemos sobradamente que no eres un pendejo ¡Claro que no! Por eso es que sufres como sufres, porque para vivir bien en este país tienes que ser pendejo, de otra manera uno está expuesto a la pendejada de los demás.. Por eso estamos seguros que después de leer este pequeño manual que hoy ponemos a tu disposición, harás cuanto puedas por llegar a ser un gran pendejo, con todas las de la ley, aunque no tengas disposiciones naturales para serlo.”
Señor, ¿el mal existe? Como afirmé al inicio, vemos estupros, crímenes, violencia en todo el mundo. Esas cosas son del mal. “El mal no existe, Señor, o por lo menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia del bien… De conformidad con los anteriores casos, el mal es una definición que el hombre inventó para describir la ausencia de Dios.” Dios no creó el mal. … El mal es el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de los seres humanos. Es igual a lo que ocurre con el frío cuando no hay calor, o con la oscuridad cuando no hay luz. Me llamo, ALBERT EINSTEIN, profesor.
TIPOLOGÍAS HUMANAS
El conchudo, el cojudo y el pendejo
“El que no vive de conchudo, muere de cojudo”. La autoría de esta especie de proverbio corresponde al psiquiatra Julio Hevia, profesor de la Universidad de Lima y egresado de la Facultad de Psicología de San Marcos. Agrega: “No sé si todos queremos ser conchudos o pendejos, pero por lo menos no queremos ser cojudos ni huevones, y en el afán de evitarlo quizá nos acercamos a los extremos” (El Dominical, El Comercio 13/10/02).
El Estado, la Iglesia, el Ejército, la universidad, la empresa, el matrimonio, la cárcel, la cantina; en suma, la sociedad está plagada de conchudos, cojudos y pendejos. Levantas una piedra y aparecen por docenas tales alimañas. Así como Ingenieros dijo que la mediocridad es un valor social; la conchudez, la cojudez y la pendejada resultan siendo también valores y tipologías sociales de la personalidad humana. Aunque, ser conchudo ya es, de por sí, ser pendejo; empero, conviene hablar, en el Perú, en términos de la tríada: el conchudo, el cojudo y el pendejo; pues en cada país tiene sus propias acepciones.
Un ejemplo típico de pendejo es Rasputín, quien era un humilde campesino; pero, por su naturaleza innata, era un “libertino”. Rasputín se las ingenió entrar al servicio del zar (rey de Rusia) y se ganó su absoluta confianza porque daba acertados consejos que le permitían al rey mantenerse, y bien, en el poder. En buena cuenta, Rasputín era especie de brujo, pitoniso, curandero, espiritista; y, para complemento de su (des)ventura, un maniático sexual que todas del palacio –incluyendo la reina- cayeron entre sus piernas y para todas las mujeres era el mejor haciendo el amor; es decir, Rasputín era un perfecto pendejo. Pero él creía -como creen equivocadamente los pendejos actuales- que era inmune e impune y el pobre cojudo Rasputín murió asesinado. Dicen que Rasputín tenía el miembro viril más grande del mundo (40 cm) y que tal pene cercenado se exhibiría en uno de los museos del mundo. Para mí, esta conjetura es otra pendejada de quienes pretenden idolatrar a Rasputín.
El adagio “Dios me libre de mis amigos que de mis enemigos me libro yo” es señal inequívoco que habiendo sido cojudo, uno se viene a dar cuenta tardíamente que estuvo rodeado de pendejos (as) o de conchudos (as), quienes se declaraban ser amigos tuyos. Los corruptos (abundantes en el Perú), por citar otro ejemplo, son los más pendejos que todos los pendejos juntos; son caraduras, sinvergüenzas, kullu uyas, kcala uyas; y todavía para poner a prueba toda su pendejada corren gritando ¡al corrupto!, ¡al ladrón!
Estando mi amigo desempleado y divagando por la calle cavilando sobre cómo hay pendejos (empleados) que ganan sin hacer nada y él hecho un cojudo pateando latas, vio en el quiosco de los periódicos una pequeña revistilla que decía Manual del Pendejo, cómo vivir sin trabajar y quitarle la esposa del vecino. (http://hrbrthlgn.blogspot.com/) ¡Eureka! Había encontrado su salvación y por una miserable moneda de un sol, la compró con la huera pretensión de convertirse en un pendejo, aunque ni su cara le ayudaba para serlo. Había caído en la pendejada. Hoy mi amigo sigue siendo cojudo, convencido que ser pendejo es vocación; pero degustó el siguiente texto:
“QUERIDO LECTOR, sabemos sobradamente que no eres un pendejo ¡Claro que no! Por eso es que sufres como sufres, porque para vivir bien en este país tienes que ser pendejo, de otra manera uno está expuesto a la pendejada de los demás.. Por eso estamos seguros que después de leer este pequeño manual que hoy ponemos a tu disposición, harás cuanto puedas por llegar a ser un gran pendejo, con todas las de la ley, aunque no tengas disposiciones naturales para serlo.”
Sofocleto también da lecciones sobre las pendejadas en el Perú. En su famoso libro Los Cojudos reflexiona así: “Dado que el mundo está lleno de pendejos, no podríamos definir a la Sociedad como "un conglomerado de insignes cojudos" y, en consecuencia, para determinar la ubicación exacta del cojudo en nuestro medio social tendríamos que comenzar formulando una Tipología del Cojudo en sus dos manifestaciones esenciales: a) El aspirante a Cojudo, y b) El Cojudo propiamente dicho”.
“El aspirante a cojudo no es, como podría suponerse, un menor de edad ni nada parecido. Es simplemente un sujeto al que la vida no le dio todavía la oportunidad de hacer una Gran Cojudez que le sirva como tesis doctoral o de resbalar en un Cojudeo Sensacional que lo prestigie en el medio ambiente como un cojudo legítimo...”
“El Cojudo propiamente dicho es otra cosa. Nació para ser cojudo y cumple su destino a la perfección, sin quemar etapas, sin saltarse a la torera ninguno de los requisitos que exige la ortodoxia y la liturgia de la Cojudez Ancestral. Al cojudo de profesión le ponen cuernos, lo estafan, lo asaltan, le embarazan a la hija y le devuelven a la hermana. Tiene tías solteronas y va al circo solo, porque se encandila con el payaso, el trapecio y los leones. Es siempre el último de la cola, el que pierde la lotería por un número y camina como pato porque sufre escaldadura crónica. Como todo cojudo auténtico, es devoto de un santo rarísimo, y llora con las películas mexicanas porque siempre se identifica con el que lleva la peor parte, así se trate de Sara García. El cojudo propiamente dicho, llega a su climax sobre los treinta años y alcanza la apoteosis a los cincuentinueve. De los sesenta para arriba es lo que se llama "un viejo cojudo", lo cual significa que no le falta sino cometer la Gran Cojudez Final que cierre con broche de oro su carrera, antes que algún pendejo de la familia consiga meterlo en el manicomio bajo los cargos de Arteriosclerosis Generalizada y Problemas de Conducta que es como los siquiatras llaman a los cojudos, para disimular...”
“Pasé a vivir entre cojudos con la intención de escribir un libro sobre ellos pero a los veinte días los cojudos escribieron, entre todos, un libro sobre mí. Confieso que esto me sumió en un mar de dudas. ¿Era yo un pendejo entre cojudos, o era un cojudo entre cuatro pendejos? No tenía manera de averiguarlo y decidí mirarme en el espejo para discutir el punto conmigo mismo. Bueno, me encontré con la más perfecta cara de cojudo que he visto en mi vida...”.
LAS MUJERES: ¡Oh diosas!
Los enigmas de las féminas
“El aspirante a cojudo no es, como podría suponerse, un menor de edad ni nada parecido. Es simplemente un sujeto al que la vida no le dio todavía la oportunidad de hacer una Gran Cojudez que le sirva como tesis doctoral o de resbalar en un Cojudeo Sensacional que lo prestigie en el medio ambiente como un cojudo legítimo...”
“El Cojudo propiamente dicho es otra cosa. Nació para ser cojudo y cumple su destino a la perfección, sin quemar etapas, sin saltarse a la torera ninguno de los requisitos que exige la ortodoxia y la liturgia de la Cojudez Ancestral. Al cojudo de profesión le ponen cuernos, lo estafan, lo asaltan, le embarazan a la hija y le devuelven a la hermana. Tiene tías solteronas y va al circo solo, porque se encandila con el payaso, el trapecio y los leones. Es siempre el último de la cola, el que pierde la lotería por un número y camina como pato porque sufre escaldadura crónica. Como todo cojudo auténtico, es devoto de un santo rarísimo, y llora con las películas mexicanas porque siempre se identifica con el que lleva la peor parte, así se trate de Sara García. El cojudo propiamente dicho, llega a su climax sobre los treinta años y alcanza la apoteosis a los cincuentinueve. De los sesenta para arriba es lo que se llama "un viejo cojudo", lo cual significa que no le falta sino cometer la Gran Cojudez Final que cierre con broche de oro su carrera, antes que algún pendejo de la familia consiga meterlo en el manicomio bajo los cargos de Arteriosclerosis Generalizada y Problemas de Conducta que es como los siquiatras llaman a los cojudos, para disimular...”
“Pasé a vivir entre cojudos con la intención de escribir un libro sobre ellos pero a los veinte días los cojudos escribieron, entre todos, un libro sobre mí. Confieso que esto me sumió en un mar de dudas. ¿Era yo un pendejo entre cojudos, o era un cojudo entre cuatro pendejos? No tenía manera de averiguarlo y decidí mirarme en el espejo para discutir el punto conmigo mismo. Bueno, me encontré con la más perfecta cara de cojudo que he visto en mi vida...”.
LAS MUJERES: ¡Oh diosas!
Los enigmas de las féminas
Acera de las mujeres podemos escribir miles de tomos y aun así los hombres no las comprenderíamos. Como viñeta acera de ellas, sólo anotamos algunas referencias. John Gray y otros dicen –y con mucha razón- que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus (y, para desventura y desdicha de ambos, no viven ni en Marte ni en Venus, ¡conviven en la Tierra!) ¿Quién, entre los hombres, entiende real y cabalmente a las enigmáticas mujeres? Pero tampoco ellas entienden a los hombres. Una muestra de esto es el estribillo suplicante que entre el hombre y la mujer se dicen mutuamente: Ni contigo ni sin ti mis penas tienen remedio; contigo porque me matas; sin ti, porque me muero. (Dicho por Antonio Machado, referido por Pablo Neruda).
No sé qué diablos tenemos entre tú y yo, pues, mientras más nos odiamos, más nos queremos. Esta frase (me parece pertenece a don Ricardo Palma, con las disculpas del caso), grafica también la enigmática naturaleza de la relación del hombre con las mujeres (así en plural lo último). Por otra parte hay un disco que he escuchado por un buen tiempo y en diferentes lugares y dice, más o menos, así: A las mujeres se las califica “De ser malas esposas, de ser malas hijas, de ser malas hermanas, de ser malas suegras, de ser malas cuñadas, de ser malas amantes, … con todos los hombres; el trío La Rosa lo dice..”. Las mujeres -cuándo no- siempre son un buen motivo para estar en la cantina: Si no estoy con ella, estoy con la botella; por ella; solía decía mi amigo al alzar su vaso. Me emborracho por tu amor, me emborracho; se escucha por la radio.
Los enigmas que impiden conocer realmente a las mujeres se incrementan aún más si nos referimos a las mujeres guerreras, luchadoras, temidas. En realidad nunca hubo una guerra con ausencia de las mujeres; muchas de ellas –las guerras- han sido causadas por ellas –las mujeres. Recuérdese, por ejemplo, de cómo el secuestro de la bellísima señora Helena, llevó a la humanidad (Grecia de entonces) a una guerra cruenta y prolongada. En la antigua Grecia las mujeres guerreras se denominaban Las Amazonas y dice la historia que eran extraordinariamente temidas pues montadas en caballos mataban a los soldados enemigos sin misericordia alguna. Hipólita, era la jefa de uno de los ejércitos femeninos de élite más temidos de su época. Las Amazonas, según cuentan, se cortaban o se quemaban el seno derecho a fin de no tener obstáculos para usar el arco y lanzar sus flechas. Pero, no sólo eso; sino de niñas sus madres las quemaban el seno derecho con fierros candentes y así lograban no solo atrofiarlo sino volcar las fuerzas hacia su brazo derecho.
Cuentan también que en el país de Las Amazonas, los hombres no estaban permitidos sino solo aquellos selectos para encuentros sexuales fugaces (choque y fuga) a fin de garantizar nuevas generaciones de Las Amazonas; si nacían niños eran llevados a sus padres, abandonados o muertos. A propósito de las mujeres guerreras, en cada conflagración o revolución protagonizadas por hombres siempre hay heroínas que se llama las Pasionarias. La apurimeña (de Apurímac) Micaela Bastidas es un ejemplo de una Pasionaria de la revolución emancipadora.
El extraordinario pintor Rubens inmortalizó su admiración (y su incomprensión) por las mujeres y la tituló como Las tres Gracias, inspirado en las tres hijas de Zeus de la mitología griega. La religión cristiana, por su lado, glorificó a la mujer en nombre de las tres santas Marías; Virgen María, María Magdalena, María de Betania quienes presenciaron la crucifixión y vieron, en el sepulcro, resucitar a Jesús y representan a las tres estrellas del cielo; son las famosas Tres Marías. Yo, perdonen la presunción, tengo las Tres Gracias y las Tres Marías; pero, no en pintura, ni en historia, ni en el cielo; sino aquí, a mi lado, de carne y hueso; mis tres hijas ¿quién les entiende a ellas?
Y qué decir de otra mujer universal, de belleza perfecta, inteligente, astuta, guerrera y típica tumbahombres: Cleopatra. El gran estratega militar Julio César nunca perdió guerra alguna hasta que se topó con Cleopatra –Reina de Egipto- y perdió no sólo la guerra sino la cabeza (y la vida); y mientras sus enemigos guerreaban para aniquilarle, el pobre Julio César se mantuvo completamente ebrio, loco y “muerto” de amor por ella.
No sé qué diablos tenemos entre tú y yo, pues, mientras más nos odiamos, más nos queremos. Esta frase (me parece pertenece a don Ricardo Palma, con las disculpas del caso), grafica también la enigmática naturaleza de la relación del hombre con las mujeres (así en plural lo último). Por otra parte hay un disco que he escuchado por un buen tiempo y en diferentes lugares y dice, más o menos, así: A las mujeres se las califica “De ser malas esposas, de ser malas hijas, de ser malas hermanas, de ser malas suegras, de ser malas cuñadas, de ser malas amantes, … con todos los hombres; el trío La Rosa lo dice..”. Las mujeres -cuándo no- siempre son un buen motivo para estar en la cantina: Si no estoy con ella, estoy con la botella; por ella; solía decía mi amigo al alzar su vaso. Me emborracho por tu amor, me emborracho; se escucha por la radio.
Los enigmas que impiden conocer realmente a las mujeres se incrementan aún más si nos referimos a las mujeres guerreras, luchadoras, temidas. En realidad nunca hubo una guerra con ausencia de las mujeres; muchas de ellas –las guerras- han sido causadas por ellas –las mujeres. Recuérdese, por ejemplo, de cómo el secuestro de la bellísima señora Helena, llevó a la humanidad (Grecia de entonces) a una guerra cruenta y prolongada. En la antigua Grecia las mujeres guerreras se denominaban Las Amazonas y dice la historia que eran extraordinariamente temidas pues montadas en caballos mataban a los soldados enemigos sin misericordia alguna. Hipólita, era la jefa de uno de los ejércitos femeninos de élite más temidos de su época. Las Amazonas, según cuentan, se cortaban o se quemaban el seno derecho a fin de no tener obstáculos para usar el arco y lanzar sus flechas. Pero, no sólo eso; sino de niñas sus madres las quemaban el seno derecho con fierros candentes y así lograban no solo atrofiarlo sino volcar las fuerzas hacia su brazo derecho.
Cuentan también que en el país de Las Amazonas, los hombres no estaban permitidos sino solo aquellos selectos para encuentros sexuales fugaces (choque y fuga) a fin de garantizar nuevas generaciones de Las Amazonas; si nacían niños eran llevados a sus padres, abandonados o muertos. A propósito de las mujeres guerreras, en cada conflagración o revolución protagonizadas por hombres siempre hay heroínas que se llama las Pasionarias. La apurimeña (de Apurímac) Micaela Bastidas es un ejemplo de una Pasionaria de la revolución emancipadora.
El extraordinario pintor Rubens inmortalizó su admiración (y su incomprensión) por las mujeres y la tituló como Las tres Gracias, inspirado en las tres hijas de Zeus de la mitología griega. La religión cristiana, por su lado, glorificó a la mujer en nombre de las tres santas Marías; Virgen María, María Magdalena, María de Betania quienes presenciaron la crucifixión y vieron, en el sepulcro, resucitar a Jesús y representan a las tres estrellas del cielo; son las famosas Tres Marías. Yo, perdonen la presunción, tengo las Tres Gracias y las Tres Marías; pero, no en pintura, ni en historia, ni en el cielo; sino aquí, a mi lado, de carne y hueso; mis tres hijas ¿quién les entiende a ellas?
Y qué decir de otra mujer universal, de belleza perfecta, inteligente, astuta, guerrera y típica tumbahombres: Cleopatra. El gran estratega militar Julio César nunca perdió guerra alguna hasta que se topó con Cleopatra –Reina de Egipto- y perdió no sólo la guerra sino la cabeza (y la vida); y mientras sus enemigos guerreaban para aniquilarle, el pobre Julio César se mantuvo completamente ebrio, loco y “muerto” de amor por ella.
Sin embargo, Erasmo Rotterdam, convencido de conocer a las mujeres, dijo: “LA MUJER, ENCARNACIÓN DE LA NECEDAD. Es la mujer un animal inepto y necio; pero, por lo demás, complaciente y gracioso. De modo que su compañía en el hogar suaviza y endulza con su necedad la melancolía y aspereza de la índole varonil. … Si, por ventura, alguna mujer quisiera sentar plaza de sabia, no conseguiría sino ser dos veces necia; … Del mismo modo que, como dice un proverbio griego, “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, así la mujer será siempre mujer; es decir, necia, disfrácese como se disfrace.” (Elogio de la necedad.- Erasmo Rotterdam.- 1515)
1 comentario:
Tenia que haber sido escrito por un Varon
Publicar un comentario