ESTUPIDEZ HUMANA
La muerte de Facundo Cabral A vista del mundo, Facundo Cabral yacía cadáver en el piso de un local de la Compañía de Bomberos de Guatemala. Inverosímil. Aquel que justamente cantaba a la vida, al amor, a la paz, a la justicia; había sido abatido por múltiples disparos hechos por la mano de la cobarde e insana estupidez humana representada por quienes profesan la muerte, el odio, la guerra, la injusticia. El atentado a mano armada, por supuesto que no iba contra él, sino contra el que estaba a su costado, en el volante –un tal Fariña- quien, al parecer, avisado que estaba por la mafia decidió escapar usando a Facundo como carne de cañón con la vana esperanza de que los asesinos desistirían de sus propósitos al notar que el Mensajero mundial de la paz cubría su espalda. Doblemente estúpido el acto porque estos cobardes e ineptos asesinos matan a Cabral y no al blanco (Fariña).
En fin, estaba escrito el sino de Facundo Cabral y era inexorable que así, y no de otra manera, ocurriera. Fue pobre, alcohólico, expresidiario hasta que encontró su talento para el canto, la trova y la reflexión profunda acerca de esta vida y los transmitió a todos, recorriendo el mundo con su guitarra y en ese trance se encontró con la muerte. Gracias a la soledad me conozco...... algo fundamental para vivir, decía y en efecto su vida fue soledad porque incluso su esposa de 20 años -él de 40 (40 y 20)- y su hija fueron arrebatadas por la muerte en un accidente aéreo, recluyéndose Facundo en la inexorable soledad de su destino. Pero aun así ¡cantaba a la vida! a diferencia de muchos que teniendo todo y estando con todos no cantamos porque algo ocultamos. “Cada cantor es una buena noticia, porque es un soldado menos; por eso hay que cuidarse del que no canta porque algo esconde”, decía el trovador.
Me duele la absurda muerte de Facundo. Hace ya varios años compartía de sus cantos, poesías y reflexiones y hasta tengo mis apuntes que en los momentos en que se me doy de filósofo los leo y reflexiono acerca de la vida. Tengo escrito en letras grandes esta reflexión de Cabral: “Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la Tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Además, el universo siempre está dispuesto a complacernos, por eso estamos rodeados de buenas noticias. Cada mañana es una buena noticia. Cada niño que nace es una buena noticia”.
Me duele la absurda muerte de Facundo. Hace ya varios años compartía de sus cantos, poesías y reflexiones y hasta tengo mis apuntes que en los momentos en que se me doy de filósofo los leo y reflexiono acerca de la vida. Tengo escrito en letras grandes esta reflexión de Cabral: “Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la Tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Además, el universo siempre está dispuesto a complacernos, por eso estamos rodeados de buenas noticias. Cada mañana es una buena noticia. Cada niño que nace es una buena noticia”.
He aquí algunas citas citables: “No soy de aquí, ni soy de allá / no tengo edad, ni porvenir / y ser feliz es mi color de identidad”. "Nunca voy con los que lloran y siempre con los que cantan. Los paisanos de mi pueblo cuando tienen un dolor, en lugar de andar llorando, cantan debajo del sol". “Reconcíliate contigo, ponte frente al espejo y piensa que esa criatura que estás viendo es obra de Dios y decide ahora mismo ser feliz, porque la felicidad es una adquisición”. “No digas nunca no puedo ni en broma, porque el inconsciente no tiene sentido del humor, lo tomará en serio, y te lo recordará cada vez que lo intentes”.
“Cuando me marché de mi casa, niño aún, tenía siete años, mi madre me acompañó a la estación, y cuando subí al tren me dijo: Este es el segundo y último regalo que puedo hacerte, el primero fue darte la vida y, el segundo, la libertad para vivirla”. “Y por temprano que te levantes a donde quiera que tú vayas, ya está lleno de pendejos, y son peligrosos porque al ser mayoría eligen hasta al Presidente....!!! Los hay de toda categoría: El pendejo burócrata: que es oficialmente pendejo. El pendejo optimista: que cree que no es pendejo. El pendejo pesimista: que cree que es el único pendejo. El pendejo consciente: el que sabe que es pendejo. El pendejo de sangre azul: que es hijo y nieto de pendejos. Y el más peligroso de todos: El pendejo demagogo: que cree que el pueblo es pendejo”.
NIETZSCHE
Un genio en el manicomio
El alemán Friedrich Nietzsche murió joven, en el año 1900, cuando tenía 55 años. Nietzsche es un extraordinario filósofo que al parecer, de tanto filosofar críticamente y muy de fondo, perdió la razón y murió demente, loco; la célebre locura de un sabio aunque algunos dicen que Dios así lo ha determinado castigarlo al impío. No era un filósofo cualquiera, en todo caso no era un loco cualquiera, era absolutamente contestatario con la filosofía occidental “oficial” de una sociedad decadente, sin valores y sumida en la oscuridad de la ignorancia y de la soledad humana en la Tierra. Siendo la religión, especialmente el Cristianismo, la mayor expresión de aquella sociedad, como lo sigue siendo en la actualidad, Nietzsche no encontró mejor manera de criticar a la sociedad humana que criticando a la religión cristiana. Nietzsche nunca creyó en la existencia de Dios.
En efecto, para que sus reflexiones acerca de la desolada y compungida vida humana en la que es manifiesta la ausencia de Cristo, publicó su libro El anticristo en el que declara que “Dios ha muerto”. “Dios ha muerto –dice Nietzsche. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. ¿Cómo podríamos reconfortarnos, los asesinos de todos los asesinos? El más santo y el más poderoso que el mundo ha poseído se ha desangrado bajo nuestros cuchillos: ¿quién limpiará esta sangre de nosotros? ¿Qué agua nos limpiará? ¿Qué rito expiatorio, qué juegos sagrados deberíamos inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿Debemos aparecer dignos de ella? … ¿Qué son estas iglesias, sino tumbas y monumentos fúnebres de Dios? (Nietzsche, La gaya ciencia). La guerra estaba declarada. Dios ha muerto, predicaba, como ya lo hacía Hegel en sus tiempos.
¿Cómo, en una sociedad donde hay injusticias y sufrimientos humanos, podemos decir que Dios existe? ¿Qué Dios permisivo e irresponsable tenemos entonces? Pensar así y actuar en su contra era subversión, era desertar del rebaño y Nietzsche aceptó a mucha honra su posición trasgresor. Dios había muerto y por eso la sociedad estaba descarriada, no había luz, no había esperanza; por consiguiente debía buscarse una nueva forma de vivir en la Tierra, o acaso buscar a un nuevo dios. Tuvo (y tiene) como es natural detractores que querían ver a él (a Nietzsche) no sólo loco, sino muerto; y a sus ideas, quemadas. En la dedicatoria del libro El anticristo se lee: “Para mis verdaderos lectores predestinados: ¿qué importa el resto? - El resto es simplemente la humanidad” (que es mediocridad) .. Hay que ser superior a la humanidad por fuerza, por altura de alma, por desprecio...”..
Así como Marx, Nietzsche pensaba que no era Dios el que había creado al hombre sino exactamente al revés: el hombre había creado a Dios, a su imagen y semejanza. De esa forma de pensar, la concepción anticristiana de Nietzsche acerca de la vida era impía, hereje, nihilista, escéptica, subversiva y a través de sus célebres aforismos se ganó la antipatía de muchos; pero, la admiración de otros, también. Siendo así su filosofía de vida y en una percepción pesimista del futuro de la humanidad veía casi imposible que el hombre tuviera por norte la hiperbórea, un enigmático lugar en el que, finalmente, había la verdadera justicia, la vida eterna, el amor, el respeto y la verdadera felicidad o; en todo caso, veía que el hombre –en ausencia de Dios- había extraviado el camino hacia ella.
En su genial obra Humano, demasiado humano Nietzsche invoca a “espíritus libres” para acompañarse en sus “malos humores (enfermedad, destierro, aislamiento, irritación, inactividad)”. He aquí algunos aforismos: “El espíritu de la ciencia es grande en el detalle. No en el todo”, “la verdad es fácil, la mentira exige invención, disimulo y memoria; y como dice Swift, el que lanza una mentira, rara vez se da cuenta del pesado fardo que echa sobre sí, para sostenerla necesita soltar otras veinte”. “Pandora llevó su caja llena de males y las abrió. Era el presente de los dioses a los hombres, presente en apariencia bello y seductor. Entonces salieron todos los males: desde entonces revolotean en torno nuestro y nos mortifican noche y día; uno de esos males es el mayor de los infortunios (la Esperanza), que es en verdad el peor de los males. Porque prolonga los suplicios de los hombres”. “Cuando la diferencia entre nosotros y los demás es muy grande, no abrigamos ya ningún sentimiento de injustica, y matamos, por ejemplo, una mosca sin el menor remordimiento”. “El que se humilla, quiere hacerse ensalzar”.
“El cristianismo común es una figura digan de compasión, un hombre que no sabe contar hasta tres, y que, por su incapacidad mental para calcular, no merecía ser tan severamente castigado como el cristianismo se lo promete”. “Más agradable es ofender y luego pedir perdón, que ser ofendido y otorgar perdón”. “Algunos hombres se han lamentado de que les hayan quitado su mujer: la mayor parte de que nadie quiera quitársela”. “Si los esposos no vivieran juntos, los buenos matrimonios serían más frecuentes”. “Sólo el hombre de espíritu debería poseer riqueza; de no ser así, la fortuna es un peligro público, pues quien posee, no sabiendo utilizar los ocios que la fortuna le ofrece, siempre continuará en su afán de acumular dinero”.
En su otra obra La genealogía de la moral plantea sus ensayos (no aforismos) sobre la filosofía de la moralidad precisando sus apreciaciones de su anterior libro Más allá del bien y del mal y es una crítica mordaz contra la moral occidental propulsada desde Sócrates. “Nietzsche recurre a la genealogía de los conceptos y a la etimología de las palabras: saber qué significan las palabras y conocer la historia de su evolución es la única forma de penetrar en la fuente de donde brota la moral, los valores”.
AMOR A LA CHILENA
AMOR A LA CHILENA
“El peruano que quiso tirarse a una chilena”. Este es el título que mi amigo Anselmo -quien es el autor y protagonista de esta anécdota que paso a contar- insistió que fuera el nombre de esta Viñeta. Yo me opuse porque el vocablo tirar, en el sentido que le da Anselmo, no es propio de mi usual lenguaje, y por tal razón modestamente titulo “Amor a la chilena”. Tirar, vaya término de marras, es un ¿peruanismo? que significa hacerle el amor a una mujer(o viceversa). Pero dejé de escandalizarme por el término cuando leí el artículo Derecho de pernada de Mario Vargas Llosa en el que habla de “Tirarse a la chola”, “tirarse a una sirvienta” refiriéndose a la costumbre feudal pero aun vigente de “usar” a las mujeres socialmente “inferiores” para la satisfacción de sus “bajos” instintos sexuales.
Cuenta Anselmo que superado diversos impasses que significa el irse por primera vez fuera del país, al fin, estaba en el avión volando a Santiago. Chile es un país al que los peruanos tenemos especial cariño casi traumático, entre otras razones, por dos: una, porque no sólo nos ganó y humilló en la Guerra del Pacífico y dos, por las chilenas. He escuchado no sólo por boca de Anselmo sino de muchos decir que las chilenas son unas mamacitas, una “putas” ricas. Todo esto vino al recuerdo de Anselmo y se dijo a sí mismo muy animado en su soledad espacial: -Sería cojudo si regreso de Santiago sin tirarme a ¡una chilena! Por supuesto que sus bajos instintos instaba a planificar una visita a una casa de citas, pues era la única manera de tirarse a una, porque cotejarla, enamorarla, salir a los parques, agarrarse de las manos, ir a una hostal y bajarle el calzón a una chilena de casa, eran trámites imposibles.
Cumplido sus ajetreados compromisos laborales para los cuales fue enviado a Santiago de Chile, estando en su habitación del hotel presto a descansar, sus pensamientos se trocaron en pavor cuando sacando las cuentas del tiempo supo que mañana al anochecer tenía que estar volando de regreso a Lima. ¡Puta! ¿y la chilena?, gritó en silencio y para sí mismo. ¿Ir mañana en la mañana al encuentro con la chilena? Es poco probable encontrar una buena o ninguna, pensó. Decidió entonces partir en ese momento mismo, eran las 6 de la tarde. Se puso su ropa de calle rápidamente, ni se bañó y se fue corriendo a la Avenida. ¡Y ahora qué! Dónde está la casa de citas; así, se encontró en una situación alephiana de querer correr, al mismo tiempo, a los cuatro puntos cardinales. Al fin, después de un tiempo de titubeos en preguntar a alguien, un vendedor de un puesto de periódicos al percibir los apurados bajos propósitos de Anselmo les explicó de cómo llegar a un sitio más o menos cerca del lugar (a 1,200 cuadras). Afrontando los riesgos y recordando que el que quiere, puede, ¡llegó!
¡Ahí estaban las chilenas a la vista y al alcance de la mano! Recorrió de palmo a palmo el boulevar del placer y retornó al lugar de una chilena que más le había llamado la atención y se puso a contemplar a una distancia prudencial ¡Qué rica chilena!, ¡Qué mujer! ¡Qué mamacita! ¡Qué puta!; se dijo a sí mismo, repetidas veces. Y casi sin darse cuenta ¡ya estaba con ella adentro! agradeciendo a su suerte de que al fin se cumpliría su instintiva aspiración de siempre: tirarse a una chilena, en su propia tierra. Y, manos a la obra. Extraordinariamente satisfecho por las artes amatorias de la chilena, se dispuso a conversar “después de” con el propósito de elogiarla y así lo hizo. Pero, como no hay mal que por bien no venga, la chilena le preguntó a Anselmo: -al parecer no eres de aquí hombre amoroso, de dónde eres. -Soy del Perú, contestó con mucha honra y con altisonancia. –¡No me digas, yo también soy del Perú, soy del Callao!, exclamó lapidariamente la “chilena”. ¡Mierda! ¡chasumare! ¡exijo una explicación! ¡reflauta! Chilló en silencio. –A lo hecho, pecho, se dijo y salió frustrado, regresando al Perú sin haberse tirado a una chilena sino a una peruana en Chile.
Foto principal: http://www.micholita.net/2010/05/hacer-amigas-chilenas.html. La foto nada tiene que ver con el texto arriba escrito. Siendo la de la foto una chilena extraordinariamente bella consideré muy en serio y en homenaje a su belleza, ilustrar con su hermoso rostro esta Viñeta.
Cuenta Anselmo que superado diversos impasses que significa el irse por primera vez fuera del país, al fin, estaba en el avión volando a Santiago. Chile es un país al que los peruanos tenemos especial cariño casi traumático, entre otras razones, por dos: una, porque no sólo nos ganó y humilló en la Guerra del Pacífico y dos, por las chilenas. He escuchado no sólo por boca de Anselmo sino de muchos decir que las chilenas son unas mamacitas, una “putas” ricas. Todo esto vino al recuerdo de Anselmo y se dijo a sí mismo muy animado en su soledad espacial: -Sería cojudo si regreso de Santiago sin tirarme a ¡una chilena! Por supuesto que sus bajos instintos instaba a planificar una visita a una casa de citas, pues era la única manera de tirarse a una, porque cotejarla, enamorarla, salir a los parques, agarrarse de las manos, ir a una hostal y bajarle el calzón a una chilena de casa, eran trámites imposibles.
Cumplido sus ajetreados compromisos laborales para los cuales fue enviado a Santiago de Chile, estando en su habitación del hotel presto a descansar, sus pensamientos se trocaron en pavor cuando sacando las cuentas del tiempo supo que mañana al anochecer tenía que estar volando de regreso a Lima. ¡Puta! ¿y la chilena?, gritó en silencio y para sí mismo. ¿Ir mañana en la mañana al encuentro con la chilena? Es poco probable encontrar una buena o ninguna, pensó. Decidió entonces partir en ese momento mismo, eran las 6 de la tarde. Se puso su ropa de calle rápidamente, ni se bañó y se fue corriendo a la Avenida. ¡Y ahora qué! Dónde está la casa de citas; así, se encontró en una situación alephiana de querer correr, al mismo tiempo, a los cuatro puntos cardinales. Al fin, después de un tiempo de titubeos en preguntar a alguien, un vendedor de un puesto de periódicos al percibir los apurados bajos propósitos de Anselmo les explicó de cómo llegar a un sitio más o menos cerca del lugar (a 1,200 cuadras). Afrontando los riesgos y recordando que el que quiere, puede, ¡llegó!
¡Ahí estaban las chilenas a la vista y al alcance de la mano! Recorrió de palmo a palmo el boulevar del placer y retornó al lugar de una chilena que más le había llamado la atención y se puso a contemplar a una distancia prudencial ¡Qué rica chilena!, ¡Qué mujer! ¡Qué mamacita! ¡Qué puta!; se dijo a sí mismo, repetidas veces. Y casi sin darse cuenta ¡ya estaba con ella adentro! agradeciendo a su suerte de que al fin se cumpliría su instintiva aspiración de siempre: tirarse a una chilena, en su propia tierra. Y, manos a la obra. Extraordinariamente satisfecho por las artes amatorias de la chilena, se dispuso a conversar “después de” con el propósito de elogiarla y así lo hizo. Pero, como no hay mal que por bien no venga, la chilena le preguntó a Anselmo: -al parecer no eres de aquí hombre amoroso, de dónde eres. -Soy del Perú, contestó con mucha honra y con altisonancia. –¡No me digas, yo también soy del Perú, soy del Callao!, exclamó lapidariamente la “chilena”. ¡Mierda! ¡chasumare! ¡exijo una explicación! ¡reflauta! Chilló en silencio. –A lo hecho, pecho, se dijo y salió frustrado, regresando al Perú sin haberse tirado a una chilena sino a una peruana en Chile.
Foto principal: http://www.micholita.net/2010/05/hacer-amigas-chilenas.html. La foto nada tiene que ver con el texto arriba escrito. Siendo la de la foto una chilena extraordinariamente bella consideré muy en serio y en homenaje a su belleza, ilustrar con su hermoso rostro esta Viñeta.
MARIDOS DE ALQUILER
La huachana Julia (procedente de Huacho), una de esas hermosas cholas cuarentonas, casada con un piurano y con dos hijos, había tenido la oportunidad de ir sola a San José de Costa Rica a asistir a una conferencia propia de su especialidad profesional. Ella, que es mi mejor amiga, me contó esta anécdota que paso a contarles. No se crea que sólo los hombres pensamos a cada y en todo momento en el sexo y estamos fabricando en el lugar que nos encontremos fantasías sexuales. Las mujeres son aún más finas en estas artes. La mente de Julia siempre estaba ocupándose en pensamientos enteramente humanos: el sexo. Hasta vino a decirse a sí misma: “sería maravilloso tener un encuentro con un Tico”, que es el gentilicio del costarricense. Incluso fue más allá. “Así como hay casas de citas para los hombres, por qué no tendría que haber también para las mujeres, sociedad machista de mierda”, murmuró para sus interiores y martilleaba su mente el alevoso e instintivo deseo de “tirarse una canita al aire” –que según ella no sólo debía ser privilegio de los hombres. Estaba sola, sin su marido, sin vista de conocidos ¿por qué no?, se dijo, aunque concluía que era una posibilidad muy remota, imposible. Cuando estuvo en estas cavilaciones voluptuosas, sentada al lado de la ventanilla de un ómnibus-colectivo en camino al evento, de pronto vio un aviso colgado en la puerta de una casa que decía: “MARIDOS DE ALQUILER”.
Julia, enfrascada como estaba en sus pensamientos “húmedos”, pudo haber perdido la razón porque el referido aviso tejió con convicción en cuestión de segundos el siguiente razonamiento: Claro, Costa Rica no es el Perú; lo que aquí es natural, allá es pecaminoso, y hasta ponen avisos públicos para, previo pago, entregarse al fogoso Tico. O mejor-no, o mejor-sí, o mejor-no; en esa enredada tribulación triunfó el mejor-sí. Se santiguó mentalmente y resolvió de manera resuelta adentrarse en esa pecaminosa aventura. -virgencita de las Puertas, querido Anastacio –que así se llamaba su marido- perdónenme ustedes pero estoy decidida a esta aventura, que Dios me perdone. Así decidió resueltamente Julia en el diálogo consigo misma y como impulsada por un resorte se paró y pidió al conductor que se detuviera porque iba a bajar.
Julia, enfrascada como estaba en sus pensamientos “húmedos”, pudo haber perdido la razón porque el referido aviso tejió con convicción en cuestión de segundos el siguiente razonamiento: Claro, Costa Rica no es el Perú; lo que aquí es natural, allá es pecaminoso, y hasta ponen avisos públicos para, previo pago, entregarse al fogoso Tico. O mejor-no, o mejor-sí, o mejor-no; en esa enredada tribulación triunfó el mejor-sí. Se santiguó mentalmente y resolvió de manera resuelta adentrarse en esa pecaminosa aventura. -virgencita de las Puertas, querido Anastacio –que así se llamaba su marido- perdónenme ustedes pero estoy decidida a esta aventura, que Dios me perdone. Así decidió resueltamente Julia en el diálogo consigo misma y como impulsada por un resorte se paró y pidió al conductor que se detuviera porque iba a bajar.
Y casi corriendo regresó hacia el lugar donde había visto tal bendito aviso. Pasándose las salivas, nerviosa pero gozosa al estar inmersa en ese dulce y ambiguo laberinto del pecado carnal, con su dedo índice tembloroso pulsó el timbre. Una señora le abrió la puerta y le hizo pasar y ella, ofuscada que estaba, pensó: aah esta es la señora que alquila a su marido, bendita señora, se dijo. –Vengo por el aviso, dijo Julia muerta de miedo. -Qué problema tiene usted, le replicó la dueña de casa. Julia estuvo dispuesta a decirle su problema consistente en sus reprimidos deseos sexuales, empero, optó por el silencio. “Nosotros ofrecemos servicios de gasfitería, de electricidad, pintado de paredes, arreglo de jardines” señaló la señora anfitriona. Cegada como estaba, por segundos Julia pensó que esos nombres eran algo así como jergas del servicio sexual, algo así como nombres de extraños poses que seguramente usan los Ticos; pero, como un rayo vino a petardear su mente y casi entrado en pánico sospechó que había entrado en el lugar equivocado y que estaba metido en un acto bochornos y ridículo. Disculpe señora, dijo y se abrió camino hacia la puerta y presurosa salió dejando extrañada a la dueña de “Maridos de alquiler”. Después, vino a saber que ese negocio consistía en ofrecer personal para trabajos en la casa, así como el del gasfitero en el Perú. Moraleja: Dios obnubila la mente de esposas pérfidas, aunque sea de pensamiento y tuerce sus planes. Parafraseando a Erasmo de Rotterdam si por desventura la mujer pretende “tirarse canitas al aire” como lo hacen los hombres, peca de doblemente necia porque o bien queda en ridículo o queda descubierta.
(Téngase en cuenta que ni Gisela ni Magaly -prototipos de hermosas mayorcitas mujeres peruanas- no tienen nada que ver con el tenor de esta Viñeta; la ilustración de las fotos es un homenaje a ellas).
TIRARSE A LA SIRVIENTA PARA DESVIRGASE
Una relación de los de arriba con las de abajo
A CONTINUACIÓN el suculento artículo Derecho de pernada de Mario Vargas Llosa (Diario La República, 17/07/11)
De muchacho, en los años cincuenta, muchas veces oí en Piura y en Lima a mis compañeros de barrio y de colegio jactarse de haberse desvirgado con las sirvientas de su casa. No lo decían de manera tan científica, sino utilizando una expresión que sintetizaba todo el racismo, el machismo y la brutalidad de una clase social que en aquella época se exhibían todavía sin el menor embarazo en el Perú: “Tirarse a la chola”. Entonces, los niños bien no hacían el amor con sus enamoradas, que debían llegar vírgenes al matrimonio, y para sus ardores sexuales solían elegir entre la prostituta y la criada. Ni qué decir que muchos padres alentaban sobre todo la última opción, temerosos de que la primera acarreara a sus vástagos una purgación.
El derecho de pernada es antiquísimo y los señores feudales de la Edad Media europea lo legaron a los gamonales y patronos sudamericanos, cuyos estupros y violaciones a las campesinas han sido documentados hasta la saciedad por la novela indigenista. Pero se equivocan quienes piensan que estos atropellos sexuales de los fuertes y poderosos caballeros contra las mujeres pobres y desvalidas han quedado confinados en el mundo del subdesarrollo. La truculenta odisea que vive Dominique Strauss-Khan parecería demostrar que incluso en la civilizada Francia hay señores que, desafiando los tiempos que vivimos, se empeñan en perpetuar aquella siniestra tradición.
Tradición que, dicho sea de paso, nunca se perdió del todo en el país de Proust y Molière. El gran Victor Hugo la practicó asiduamente en sus años otoñales, por ejemplo, y dejó testimonio de ello en un delicioso diario secreto que el erudito Henri Guillemin consiguió descifrar. ¿Es un atenuante, en su caso, que el autor de Los Miserables no violentaba a las sirvientas, sino estableciera con ellas un pacto contractual y mercantil? Si aquella se dejaba ver sólo los pechos recibía un puñado de centavos. Si se desnudaba por completo y el poeta no podía tocarla, medio franco. Si estaba autorizado a acariciarla, un franco. Si el servicio era completo, franco y medio y a veces ¡hasta dos francos! El ilustre vate era muy cuidadoso con los gastos y llevaba una contabilidad maniática, gracias a lo cual hemos podido conocer esas debilidades de su vejez. Para disimularlas, las anotó en su diario en un español desfigurado (Verbigracia: “Visto mucho, cogido todo. Osculum”).
Si la acusación a la que debe hacer frente ante el Tribunal Supremo del Estado de Nueva York la confirman los jueces, Dominique Strauss-Khan –ex ministro de Economía de Francia, ex Director-Gerente del Fondo Monetario Internacional y, hasta el episodio del Hotel Sofitel, candidato favorito del Partido Socialista para representar a éste en la próxima elección presidencial– practicaba aquel derecho de pernada a la vieja usanza: añadido de golpes y maltratos a su víctima. Los médicos que examinaron a la camarera guineana que denunció al político francés de haberla obligado a practicar sexo oral con él detectaron que tenía desgarrado un ligamento del hombro, hematomas en la vagina y las medias rotas. La Policía, por su parte, ha comprobado la existencia, tanto en la pared como en la alfombra de la habitación, del semen que la camarera dice haber escupido, asqueada, luego de que el presunto victimario eyaculó. Estos son los hechos objetivos y la justicia deberá determinar si aquel sexo oral fue forzado, como dice la camarera, o consensuado, según asegura Strauss-Khan.
Como se ha comprobado que la camarera mintió a la Policía sobre su ingreso a los Estados Unidos –es una inmigrante ilegal– y que tuvo una conversación, en un dialecto guineano, con un hombre detenido por tráfico de drogas, ante el que se habría jactado de querer sacar dinero a su presunto violador aprovechando lo ocurrido, se dice que la acusación se tambalea y que el propio fiscal de Nueva York estaría pensando en encarpetar todo el asunto. Esto ha hecho que, en Francia, donde me encuentro ahora y donde, según una encuesta, un 50% de la opinión pública socialista todavía quisiera que Strauss-Khan sea su candidato presidencial, aparezcan muchos artículos y declaraciones de amigos y camaradas del ex ministro, quienes, encabezados por Bernard-Henri Lévy, atacan con ferocidad a la justicia estadounidense por haber mostrado a la prensa a un Strauss-Khan esposado y humillado, en vez de respetar su privacidad y su condición de mero acusado, no de culpable. Leyendo lo que escriben, parecería que el ex ministro es una especie de mártir y mereciera ser desagraviado.
A mí, en cambio, el personaje me parece repelente y tiendo a creer que lo que la camarera guineana dice de él es verdad. Me seguiría pareciendo repelente incluso si fuera cierto que el sexo oral con que se gratificó aquella mañana neoyorquina fue consensuado, pues, aun si lo hubiera requerido de buenas maneras y pagado por ello, habría cometido un acto cobarde, prepotente y asqueroso con una pobre mujer infinitamente más débil y vulnerable que él, la que se habría sometido a esa pantomima por necesidad o por miedo, de ningún modo seducida por la apostura o la inteligencia del personaje al que encontró desnudo en la habitación que iba a arreglar. “Tirarse a una sirvienta”, por las buenas o por las malas, es un acto innoble y vil, sobre todo cuando el que lo perpetra es un señor de horca y cuchilla, que es lo que era, hasta entonces, el casi intocable Strauss-Khan.
Yo no sé por qué las mentiras de la camarera atenuarían la falta de su presunto violador. Lo que se va a juzgar es si fue o no violada, no si es buena, sincera y desprendida. Si lo determinante para que la acusación prevaleciera no fueran los datos objetivos sino la personalidad y el carácter, el señor Strauss-Khan no quedaría bien parado. Sus antecedentes indican claramente que le gustaron siempre mucho las mujeres y que no tenía el menor empacho en demostrárselo, usando eso que los brasileños llaman la mao boba en las recepciones, ascensores y pasillos, como han hecho público los paparazzi de media Europa. Poco tiempo después de asumir la dirección del Fondo Monetario Internacional se vio envuelto en un lío de faldas, por haberse echado una amante entre sus subordinadas.
Como se ha comprobado que la camarera mintió a la Policía sobre su ingreso a los Estados Unidos –es una inmigrante ilegal– y que tuvo una conversación, en un dialecto guineano, con un hombre detenido por tráfico de drogas, ante el que se habría jactado de querer sacar dinero a su presunto violador aprovechando lo ocurrido, se dice que la acusación se tambalea y que el propio fiscal de Nueva York estaría pensando en encarpetar todo el asunto. Esto ha hecho que, en Francia, donde me encuentro ahora y donde, según una encuesta, un 50% de la opinión pública socialista todavía quisiera que Strauss-Khan sea su candidato presidencial, aparezcan muchos artículos y declaraciones de amigos y camaradas del ex ministro, quienes, encabezados por Bernard-Henri Lévy, atacan con ferocidad a la justicia estadounidense por haber mostrado a la prensa a un Strauss-Khan esposado y humillado, en vez de respetar su privacidad y su condición de mero acusado, no de culpable. Leyendo lo que escriben, parecería que el ex ministro es una especie de mártir y mereciera ser desagraviado.
A mí, en cambio, el personaje me parece repelente y tiendo a creer que lo que la camarera guineana dice de él es verdad. Me seguiría pareciendo repelente incluso si fuera cierto que el sexo oral con que se gratificó aquella mañana neoyorquina fue consensuado, pues, aun si lo hubiera requerido de buenas maneras y pagado por ello, habría cometido un acto cobarde, prepotente y asqueroso con una pobre mujer infinitamente más débil y vulnerable que él, la que se habría sometido a esa pantomima por necesidad o por miedo, de ningún modo seducida por la apostura o la inteligencia del personaje al que encontró desnudo en la habitación que iba a arreglar. “Tirarse a una sirvienta”, por las buenas o por las malas, es un acto innoble y vil, sobre todo cuando el que lo perpetra es un señor de horca y cuchilla, que es lo que era, hasta entonces, el casi intocable Strauss-Khan.
Yo no sé por qué las mentiras de la camarera atenuarían la falta de su presunto violador. Lo que se va a juzgar es si fue o no violada, no si es buena, sincera y desprendida. Si lo determinante para que la acusación prevaleciera no fueran los datos objetivos sino la personalidad y el carácter, el señor Strauss-Khan no quedaría bien parado. Sus antecedentes indican claramente que le gustaron siempre mucho las mujeres y que no tenía el menor empacho en demostrárselo, usando eso que los brasileños llaman la mao boba en las recepciones, ascensores y pasillos, como han hecho público los paparazzi de media Europa. Poco tiempo después de asumir la dirección del Fondo Monetario Internacional se vio envuelto en un lío de faldas, por haberse echado una amante entre sus subordinadas.
Y ahora mismo acaba de abrirse en París otro proceso contra él en el que la periodista y escritora Tristane Banon lo acusa de haber intentado violarla, en el año 2003, cuando fue a entrevistarlo para un libro. Ella fue citada en una especie de garçonnière, un departamento provisto sólo de una cama y unos sillones, y, según la joven, tuvo que defenderse a patadas y rasguños de su entrevistado, que le rompió el sostén y el calzón mientras luchaban en el suelo. Tristane quiso entonces denunciar el intento de violación, pero su madre le impidió hacerlo, con el argumento de que aquello haría daño al Partido Socialista, en el que ella también militaba. La señora ha confirmado este hecho.
Así pues, si hay indicios negativos en lo que concierne al carácter y la personalidad de la camarera guineana del Hotel Sofitel, las credenciales morales del huésped están lejos de ser prístinas. Todo indica que ese señor superinteligente, ultrapoderoso y millonario estaba acostumbrado a permitirse ciertos excesos en el convencimiento de que a alguien como él esas debilidades le están permitidas, igual que el derecho de pernada a los señores feudales. Lo terrible es que parecería que buen número de sus compatriotas están de acuerdo con él. La indignación contra la Policía y la justicia de Estados Unidos por haber tratado a ese hombre tan importante y prestigioso como a un raterillo capturado in fraganti es casi unánime.
Yo no acabo de entender tanta indignación. El jefe de la Policía neoyorquina ha explicado que los presuntos culpables reciben el mismo tratamiento, se trate de pobres diablos o de banqueros: son llevados esposados al tribunal y expuestos a la prensa. También son presentados a la prensa cuando son declarados inocentes por la justicia, ya sin esposas. No ha habido encarnizamiento alguno contra Strauss-Khan. Pero, eso sí, no tuvo un tratamiento preferencial, debido a su ilustre investidura en el mundo financiero. Mucho me temo, por las cosas que leo estos días en París, que en su propio país hubiera recibido ese tratamiento preferencial, y, probablemente, jamás hubiera sido juzgado. Eso sí, la camarera guineana habría sido expulsada del país por ilegal, por falsaria y por practicar la prostitución.
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