BÚSQUEDA INFRUCTUOSA DE LA FELICIDAD
Piedras en el camino
Yo tengo mucha simpatía y admiración a las reflexiones del gran budista,
filósofo y sabio Dalai Lama (Tenzin Gyato), sobre la Felicidad humana. La idea
es muy simple: ¿cómo lograr la felicidad (verdadera)?. Bueno, no es tan simple,
porque en realidad ¿Qué significa Felicidad, para mí, para ti; para unos, para
otros?. Pero, al margen de la discusión de la naturaleza inmanente de la
felicidad, Dalai Lama predica que el camino hacia la verdadera felicidad es el
AMOR. “Nuestro objetivo básico –dice- es el de disfrutar de una vida feliz....
el propósito de nuestra vida, el objetivo de nuestra vida es la felicidad” .
“Somos más que simple materia.. por ello, el bienestar material por sí solo no
basta... necesitamos algo más profundo (afecto humano o compasión)”. Es decir,
para ser feliz necesitamos AMOR; pero el verdadero. (¿Pero, qué es el verdadero
AMOR?); necesitamos la tolerancia, la compasión. Predicar el amor como religión
universal, es en buena cuenta la verdadera religión.
“Si nos sentimos de buen humor cuando nos levantamos por la mañana, si hay
en nosotros un sentimiento de bondad, automáticamente nuestra puerta interna se
abre ese día”. “El origen último de esa atmósfera placentera reside dentro de
cada uno: un corazón bondadoso, compasión humana, amor y nos ayuda a disminuir
el miedo y la inseguridad”. “Ley natural: el afecto (la compasión) es la clave
de la felicidad”. “cada tipo de felicidad y sufrimiento podemos dividir en dos
categorías principales: mental y física. De las dos, la mente es la que ejerce
una mayor influencia en la mayoría de nosotros”.
Es decir, el camino hacia la felicidad está empedrado de obstáculos; hay,
pues, piedras en el camino; una de ellas es precisamente nuestra mente (nuestro
pensamiento, nuestras ideas, nuestros razonamientos). Finalmente, el hombre (y
la mujer) no encuentran en sus vidas terrenales la verdadera felicidad porque
no encuentran la Paz mental, estamos –irremediablemente- condenados a ser
infelices.
Hacer esfuerzos más serios para obtener la paz mental, cuya materia prima es el AMOR; es, o deber ser, tarea cotidiana que nos aproxima a la felicidad. “Desde mi propia y limitada experiencia –dice Lama- he descubierto que el mayor grado de tranquilidad interna viene del desarrollo del amor y la compasión. Cuanto más nos preocupamos de la felicidad de los demás, mayor es nuestro sentimiento de bienestar... esto nos ayuda a remover todos aquellos miedos o inseguridades y nos da la fuerza necesaria para enfrentarnos a cualquier obstáculo”. Dice “estamos destinados a encontrar problemas… que todo el mundo debe experimentar sufrimientos”. De esto digo yo, ¿por qué tiene que ser así?, ¿por qué tenemos que sufrir siempre? ¿Qué nos lleva a la eterna infelicidad humana en la tierra y en esta vida?, ¿acaso tenemos que seguir sufriendo con la supuesta esperanza en una vida mejor después de la muerte?
Ensayo una conjetura al respecto: el 9O% de la infelicidad humana en la tierra y en esta vida se debe a las relaciones entre las personas, relaciones que están basadas en la carencia del amor y de la compasión. La ausencia del verdadero AMOR entre nosotros, entre las personas, es la real causa de la infelicidad humana. El 10% de nuestra infelicidad acaso está representada por lo inevitable, por lo inexorable: los embates de la naturaleza que nos quita lo que amamos, la enfermedad que amenaza la vida y la muerte misma que nos quita la vida. Las guerras, los odios, las rivalidades, las perfidias, los enfados, la ira; vale decir, el sufrimiento humano a consecuencia de las interrelaciones entre las personas (de sus mentes), constituye el mayor fuente de la infelicidad y del sufrimiento humano. Sufrimos porque en nuestras relaciones entre nosotros, entre las personas –conducidas por nuestras mentes- no prevalece el AMOR, sino su antípoda: el odio.
Hacer esfuerzos más serios para obtener la paz mental, cuya materia prima es el AMOR; es, o deber ser, tarea cotidiana que nos aproxima a la felicidad. “Desde mi propia y limitada experiencia –dice Lama- he descubierto que el mayor grado de tranquilidad interna viene del desarrollo del amor y la compasión. Cuanto más nos preocupamos de la felicidad de los demás, mayor es nuestro sentimiento de bienestar... esto nos ayuda a remover todos aquellos miedos o inseguridades y nos da la fuerza necesaria para enfrentarnos a cualquier obstáculo”. Dice “estamos destinados a encontrar problemas… que todo el mundo debe experimentar sufrimientos”. De esto digo yo, ¿por qué tiene que ser así?, ¿por qué tenemos que sufrir siempre? ¿Qué nos lleva a la eterna infelicidad humana en la tierra y en esta vida?, ¿acaso tenemos que seguir sufriendo con la supuesta esperanza en una vida mejor después de la muerte?
Ensayo una conjetura al respecto: el 9O% de la infelicidad humana en la tierra y en esta vida se debe a las relaciones entre las personas, relaciones que están basadas en la carencia del amor y de la compasión. La ausencia del verdadero AMOR entre nosotros, entre las personas, es la real causa de la infelicidad humana. El 10% de nuestra infelicidad acaso está representada por lo inevitable, por lo inexorable: los embates de la naturaleza que nos quita lo que amamos, la enfermedad que amenaza la vida y la muerte misma que nos quita la vida. Las guerras, los odios, las rivalidades, las perfidias, los enfados, la ira; vale decir, el sufrimiento humano a consecuencia de las interrelaciones entre las personas (de sus mentes), constituye el mayor fuente de la infelicidad y del sufrimiento humano. Sufrimos porque en nuestras relaciones entre nosotros, entre las personas –conducidas por nuestras mentes- no prevalece el AMOR, sino su antípoda: el odio.
“En general la causa final del sufrimiento es la mente: la mente influida
por malos pensamientos como la ira, los celos y el aferrarse a las cosas”. La
vida es corta y una gran parte de ella ya ha transcurrido. La muerte puede
llegar en cualquier momento y cuando lo haga lo único que podremos llevarnos
con nosotros será las huellas mentales de las acciones de nuestras vidas”.
Paremos de sufrir; amémonos, pero de verdad. No con palabras, sino con hechos.
Por: Nemesio Espinoza Herrera
Por: Nemesio Espinoza Herrera
Ilustración: Internet
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