Todo lo que tiene que suceder, sucederá;
inexorablemente
Lo que tenga que suceder, sucederá; inexorablemente. Nadie puede
evitarlo. Es predestinación, determinismo, suerte, destino, sino. Unos nacen
con estrella otros estrellados. Dios condena al infierno a unos –aunque no lo
merezcan-; y a otros –aunque no lo merezcan- al cielo. Nadie puede huir de su
destino (Mel Gibson) ¿Alguien puede evitarlo?. ¿Morir, por ejemplo, huyendo de
la muerte?. Sófocles ilustró esta verdad (¿verdad?) en Edipo Rey.
Los pitonisos predijeron al rey que su hijo que está por nacer le
matará, después se casará y tendrá hijos con su propia madre. El rey –vaya
vanidad- quiso evitar tamaña suerte desgraciada para ahuyentar las maldiciones
que entonces vendría. Mandó matar a su hijo Edipo recién nacido; pero (cuándo
no el destino) su verdugo ocultamente se rehusó hacerlo. Edipo creció y mostró
sus dotes de guerrero y en circunstancias nunca explicadas, según dicen de
casualidad, mató a su padre sin saberlo. Enterado del asesinato de su padre
Edipo buscó al asesino por todos los rincones del mundo para vengar la muerte
de su progenitor. Sus talentos militares hizo que ganara guerras y conquistara
territorios y en reconocimiento a sus hazañas ofrecieron la mujer más bella
(Yocasta) con quien se casa y tiene hijos.
Finalmente eso de “todo lo que tiene que suceder, sucederá;
inexorablemente” hizo saber a Edipo la terrible verdad: ¡El asesino de tu padre
a quien tanto buscas, eres tú!; tu esposa con quien tienes hijos ¡es tu madre!.
Se cortó las venas, se sacó los ojos; vio a Yocasta suicidarse. El destino de
Edipo estaba escrito.
Por: Nemesio Espinoza Herrera
Por: Nemesio Espinoza Herrera
No hay comentarios:
Publicar un comentario