30 diciembre, 2013

Todo lo que tiene que suceder, sucederá

Todo lo que tiene que suceder, sucederá; inexorablemente
Lo que tenga que suceder, sucederá; inexorablemente. Nadie puede evitarlo. Es predestinación, determinismo, suerte, destino, sino. Unos nacen con estrella otros estrellados. Dios condena al infierno a unos –aunque no lo merezcan-; y a otros –aunque no lo merezcan- al cielo. Nadie puede huir de su destino (Mel Gibson) ¿Alguien puede evitarlo?. ¿Morir, por ejemplo, huyendo de la muerte?. Sófocles ilustró esta verdad (¿verdad?) en Edipo Rey.
Los pitonisos predijeron al rey que su hijo que está por nacer le matará, después se casará y tendrá hijos con su propia madre. El rey –vaya vanidad- quiso evitar tamaña suerte desgraciada para ahuyentar las maldiciones que entonces vendría. Mandó matar a su hijo Edipo recién nacido; pero (cuándo no el destino) su verdugo ocultamente se rehusó hacerlo. Edipo creció y mostró sus dotes de guerrero y en circunstancias nunca explicadas, según dicen de casualidad, mató a su padre sin saberlo. Enterado del asesinato de su padre Edipo buscó al asesino por todos los rincones del mundo para vengar la muerte de su progenitor. Sus talentos militares hizo que ganara guerras y conquistara territorios y en reconocimiento a sus hazañas ofrecieron la mujer más bella (Yocasta) con quien se casa y tiene hijos.

Finalmente eso de “todo lo que tiene que suceder, sucederá; inexorablemente” hizo saber a Edipo la terrible verdad: ¡El asesino de tu padre a quien tanto buscas, eres tú!; tu esposa con quien tienes hijos ¡es tu madre!. Se cortó las venas, se sacó los ojos; vio a Yocasta suicidarse. El destino de Edipo estaba escrito.
Por: Nemesio Espinoza Herrera

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